¡Buenos días, ojitos (de vidrio) y pestañitas (postizas)!
El día de hoy comienza temprano con una cálida y húmeda bola de pelo de la Peluss esperando ser pisada por mis ingenuos y adormilados pies descalzos (quisiera saber qué piensa Peluss al respecto) y un Matius híper activo que inexplicablemente se levanta temprano, justo hoy que no pienso llevarlo a la escuela. Exácto, hoy es el festival del día del Padre y precisamente el suyo se encuentra de viaje. Así que obedeciendo a toda lógica aristotélica, el hijo se queda en casa "pa no sufrir" la ausencia paterna mientras medio colegio se desgañita cantando "Hoy tengo que decirte, papá". Lo se, Mom rocks, right?
¡¿Qué onda con los asuntos paternos?!
Mientras medio mundo se vuelca para reverenciar a las mamis en su día, la otra mitad se encuentra dispuesta a ignorar el día del Padre pues parece que todos tenemos una onda no resuelta con nuestros papás. Esta idea se me hace un tanto radical pero las estadísticas de banqueta no ayudan mucho *carita triste. Dichas encuestas afirman que el 87% piensa que su papá es un ser de otro planeta y el 13% restante afirma no haberlo conocido.
Y bueno, no puedo hablar por los papás del mundo pero sí de los de mi generación y en especial del mío, mi amado Netzita, que tampoco me la puso fácil pero que con astucia (de mi parte) y un poco de terapia he podido recontextualizar mi relación con él, afirmando que mi papá es de otro planeta pero que su amor es incuestionable.
Los papás de mi generación son producto del priísmo más recalcitrante, del voto duro, de la defensa cánida del peso y de la bonanza aparente que trajo el salinismo. Tales padres sentían que el triunfo en la vida era tener su televisión a colores y su videocasetera Beta, un Topaz GLX y tener a sus hijos inscritos en colegios "de paga" para que aprendieran inglés y fueran "alguien" en la vida, no como ellos que casi casi tuvieron que hacerse a mano.
Los viernes por la tarde jugaban al dominó y llegaban a casa al sábado siguiente, mientras los hijos veían caricaturas comiendo cereal frente a la tele y la madre los esperaba histérica, con el rodillo en una mano y los tubos en la cabeza.
Escuchaban en secreto los cassetes con los chistes de Polo Polo (¡Páseme el volúmen III, compadre!) y se consumían junto a sus cajetillas de cigarros mientras Gonzálo Farfán intentaba meter goles para el América.
Si bien nos iba, el domingo nos llevaban a Chapultepec y ello dependía de qué tan bien nos hubiéramos portado con nuestra mamá en la semana, cabr...estos, hijos de la ching... En fin.
¡Eran bien cotorros, la neta!
"Paternidad" significaba para ellos el tener un aceptable nivel económico para sus crías y que mamá se ocupara del resto. Era un "No molesten a su padre que viene cansado de tanto trabajar" mientras la infancia discurría entre juegos de pelota y vidrios rotos, peleas con los vecinos y fiestas improvisadas con sanduichitos de jalea.
Pero en ese esquema no se ajustaba mi papá...
Para empezar, como bien lo saben, mis papás se casaron muy jóvenes y es obvio que a los 19 años (ni a ninguna edad) se está listo para ser padre. Así que con toda la euforia juvenil pero con las responsabilidades de una decisión "adulta", se embarcó junto a Evita en la aventura de sus vidas, remando en cajeta pero con la intención de darle a su nenita lo mejor de ellos.
De día trabajaba en la cocina de la Central Camionera de Taxqueña, por la tarde se iba a la en ese entonces ENEP Aragón a darle al Ius Abutendi. Por las noches llegaba a calmar mi inexplicable llanto, meciéndome en sus brazos hasta conseguir que me quedara dormida y así empezar de nuevo. *Pausa para enjugar una lagrimita traicionera.
Y bueno, como en toda historia hay partes oscuras pero la terapia las ha ido matizando poco a poco, así que sólo les diré que en mi infancia tuve momentos muy felices con mi amado padre: me construyó un columpio, me llevaba a Chapultepec (en eso sí coincidía con la mayoría de padres de aquella época), jugaba conmigo al beisbol, me hacía "teatro" con mis muñecas *otra lagrimita traicionera* y sobre todas las cosas siempre me hizo sentir lo importante que era (soy) para él.
Tal vez he cuestionado sus métodos o sus procederes, pero procuro que los momentos luminosos sobresalgan por encima de todo aquello que pudiera empañar la buena imágen que tengo de él. Nadie es perfecto, nadie puede dar lo que no tiene y aún así, se que él ha hecho todo lo posible para darme lo mejor de si...
Un día en el que Marmota y yo esperábamos a que el Matius terminara su actividad con los scouts, me percaté que él y mi papá no se parecen en nada. Aparentemente había escogido a alguien que fuera lo opuesto a mi papá contraviniendo la teoría de que toda mujer escoge como pareja a alguien parecido a su padre. Tal cosa me causó curiosidad pero analizándolo fríamente me di cuenta que nop, ellos tienen algo en común y -sin que escuchen los violines, vean caer corazones o se salga la miel por la pantalla- ello es que ambos me aman tal y como soy... ¿O qué pensaban... que iba a decir que a ambos les gusta el chupe?...
Se que estos asuntos paternales seguirán y se perpetuarán hasta que alguien decida romper los patrones; por mi parte estoy satisfecha con el hombre que escogí como padre de mis hijos con todo y que en momentos cruciales se encuentre ausente; se que sus ausencias no están cargadas de malas intenciones y las mismas me han permitido demostrar mi propia fortaleza...
Sip, esa también ha sido una enseñanza de mi papá...
FELIZ DIA DEL PADRE, QUERIDOS MENOS CINCO PATERNALES LECTORES DE SIEMPRE...!
P.D. Luke, pudo ser peor.