viernes, 6 de febrero de 2015

CUARENTENA EDITORIAL

Cafeína...
Eso era todo lo que necesitaba para sacudir (un poco/no del todo) el puerperio mental que se ha apoderado de mi desde que Papita nació.
Porque para los que no lo sepan, es niña.
Sí Liga Mexicana de la Leche, he tomado UNA taza de café esta mañana; la primera en no se cuanto tiempo y sí, discúuuulpenme pero lo disfruté como si fuera un orgasmo mañanero. No es que yo sepa de esas cosas, ¿verdad? 
Así es, cafeína. He comprobado que lo que me impulsa a escribir no es el ansia de reconocimiento, ni siquiera el alivio que me produce soltar la verborrea que usualmente cargan mis dos intelectuales neuronas; no es el perfeccionamiento de la palabra escrita, mucho menos el enriquecimiento cultural de mis menos cinco abandonados lectores de siempre (levanten la mano si siguen aquí) es... la ansiedad que la cafeína me produce. ¡Wow, he descubierto el hilo negro!
Ok si, bebí café. Necesitaba recuperar un poco a mi vieja Yo para poder seguir funcionando pues lejos de creer que la maternidad vuelve automáticamente santas, célibes y hasta virginales a las mujeres, pienso que nos deja hechas un cocktail de hormonas, sentimientos de amor/odio y bastante peso extra que difícilmente alguien puede soportar. ¿O alguien es lo bastante sabio para entender lo que tres semanas de sueño irregular, un poco de alergia ocular (por aquello de frotar sin pensar los ojos con la mano llena de pomada para rozaduras) y pezones en fuego significan? Sí, ya se quienes lo entienden: las mamás comprensivas; no las que te sueltan un burlón "¡Y lo que te falta, chulita!" (Sí, se lo que me falta, helloooo, ya tengo un hijo)
Pues nada, que la petite Alouete ha nacido y exceptuando sus cólicos nocturnos (y diurnos) todo es felicidad... 
Es increíble que algo que hace que abandones todos los protocolos internacionales de higiene personal, que te hace dudar de quién eres y hacia dónde te diriges sea también lo que te mueva las fibras más ternurosas que secretamente escondes de la vista de los demás, la que te obliga a desarrollar tus habilidades más recónditas y hasta hace tiempo inexploradas (como lo es dibujar con crayolas una montaña misteriosa para el Matius mientras amamanto y sostengo a Petite Alouete con la otra mano) y sobre todo, la que ha expandido tus capacidades amorosas hacia niveles insospechados. Todo eso contenido en un pequeño cuerpito que tose, estornuda y escupe leche sin ton ni son... but I don't feel like dancin' when the old Joanna plays...
Pues si, cada vez veo más lejanas las pistas de baile donde podía estar toda la noche, bailando esas rolas que avergüenzan a las Marmotas (...volare...oh oh! Cantare...oh oh!...Nel blu dipinto di blu...) o ese curso de lectura y redacción disfrazado de "Diplomado en creación literaria" de Casa Lamm, o siquiera una noche donde no me la pase vigilando el sueño de Alondra, Mateo, La Peluss y Marmota (en ese orden) pero no importa. 
Hoy no importa porque una taza de café me ha hecho el día, un ángel ha tomado una larga siesta que me ha permitido escribir todo esto y la máxima deidad existente me ha dejado elegir mi camino.
Y aquí es donde quiero estar.

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