Es abogada, mamá de tiempo completo, va al gym y ahora vende Mary Kay... ¿De veras? Pues yo supe ciertas cosas que ... bueno, al rato te platico. No, yo opino que para ser "wonderwoman" le falta muuuucho... ¿ya viste que siempre escribe de sus desgracias? ¡Qué desastre!
Cuando el mundo va mal, va mal.
O sea, no necesité un master en Psicología Universal para entender que cuando a mi me va mal, el 0.00000000008% de la población mundial también irá del carajo. No es presunción, es... estadística a la Danagato.
Y casualmente comienza a ir mal cuando mis niveles de serotonina igualan a los datos del INEGI sobre crecimiento económico, solo que en vez de tener a Luis Videgaray desmintiendo y parchando información en mis neurotransmisores, mi cuerpo pide salsa. Y cumbia. Y Hip Hop.
Así que me calcé mis tenis nuevos (regalo culposo de los Marmota para la encarnación virtuosa de la madre abnegada. Aplausos para...mi) y decidida me trepé al trip de la Master class en el gym de Alex Rodríguez (No, no el hermano de Robert Rodríguez. Sí, si hablo del beisbolista, exnovio de Madonna et al.), cortesía de mi amiga Ax*. Dos horas de intenso sufrimiento que estaban programadas para procurarme endorfinas, oxitocina, una que otra dopamina (¡gracias perfecto cuerpo del profesor de baile!) y que por supuesto, cumplieron el objetivo. Hasta ese momento.
Han de saber que el ejercicio se ha ido convirtiendo poco a poco (lentamente y tortuosamente, debo agregar) en mi Vextor natural, con la ventaja de que no está sintetizado en la India y no me cuesta $730 la caja semanal.
Pero el precio a pagar es alto, requiere constancia, disciplina, valor, coraje, una voluntad de hierro... cualidades de las que obviamente carezco, que se que nunca dominaré y que por consiguiente, después de aquella brutal sesión de sacudidas y meneos, me tiré a hibernar. Figurativa y literalmente hablando.
¿Qué pasó? Deshebrando mis pensamientos/sentimientos -luego de aventarme una hora chillando en la regadera, con todo y subida y bajada del agua caliente- pienso que me excedí y en vez de conseguir el levantón deseado, mi cuerpo (y mi mente) se han ido al hoyo. Figurativamente hablando, nada más.
Por eso, el día de ayer después de dejar al Matius en el Cole, corrí a casa de mis papás y con el derecho que me da ser la hija mayor, abrí su puerta, tiré las llaves y me tiré con ellos en su cama a dormir los 10 minutos más deliciosos de la semana.
Si, ya se que he echado por la borda los 8 años de independencia parental que ya había conseguido, pero les aseguro que no hay nada parecido a que dejes descansar tanta responsabilidad sobre tus hombros en manos de tus amados padres... y por "amados padres" me refiero a dos señores medio adormilados que solo atinaron a pat patear mi espalda/cabello y taparme con sus cobertores. Lo máximo.
Ya después que reaccionaron, me despertaron, me alimentaron y me pusieron en camino de mi casa, sonrisa y taza de café en mano. Ellos, porque yo aún estaba en shock.
Como el efecto de "El mundo está en mi contra" aún no había cesado, al llegar a casa dejé las cortinas cerradas, descolgué el teléfono (no, la verdad es que con un smartphone es imposible hacer eso) ok, ok: puse en "vibrar" el teléfono (lo hubiera apagado, ¿cierto?) y me tiré a soñar en mi cama. Aunque fueran las 10 de la mañana y el 45% de la población mundial se encontrara activa. El colmo de un bajón, ¿si o qué?
A eso de las 2 de la tarde me despertaron los toquidos infames del cuate de DHL que traía mi correo y la noticia de que mi hijito precioso ya estaría dejando de cantar "In a gadda da vida" en el salón de Cantos y Juegos y se aproximaba el momento de recogerlo ¡¿qué!? ¡pero si me encuentro incapacitada para funcionar!
La vida, que como toooodos sabemos, no se detiene ante mujeres al borde de un ataque de nervios. La vida, que simplemente deja que te des tus pequeños madrazos para ponerte a escribir y reflexionar si no fue muy pronto para dar carpetazo a asuntos que requieren mayor profundidad o simplemente darle una oportunidad a temas que por ignorancia, he tendido a banalizar.
Y bueno, el final del día fue consecuencia del comienzo: casa sin asear, comida sin preparar, mamá sin reaccionar... It's Carl's Jr. Time!
Ay dios, esto de ser WonderWoman no es cosa fácil, ni bonita, ni duradera y ¡peor!, todavía hay gente que juzga el que no lo seas, presumiéndo sus virtudes de perfección. Yo no se dónde consiguen esas máscaras tan buenas, pues como dice mi personal coach Kry*: qué cansado es fingir ser un adulto funcional, nada como trabajar la parte espiritual donde uno se quiere, se apapacha, se valora y se perdona; se procura un crecimiento, se traza una meta y se grita a los cuatro vientos: ¡Puedo no ser perfecta, pero amo mi vida tal como es!
Feliz Viernes, queriditos; coman sano y hagan ejercicio.... ¡JA JA JA JA!
No, pero en serio, sí cuídense.
*Los nombres manejados en este Blog NO son ficticios.