Bueno, ¿qué me he creído yo, queridos menos cinco olvidados lectores de siempre (si es que todavía andan por aquí) que no les he venido a regar la plantita del gusto por el morbo ajeno?
El día de hoy platicaremos de cuando una no sabe elegir bien.
Y no, no nos vamos a poner filosóficos o profundos, (esas cosas déjenselas a Gabby Vargas, por Dios, ¿por quién me toman?) más bien hablo del no saber elegir un regalo para una misma.
O lo que es lo mismo: "Lo quiero pero siento que no me lo merezco".
Como ya he cacareado por aquí, hace poco cumplí años y la verdad es que personas muy queridas me dijeron "píde lo que quieras". ¡Wey!, si la treintena me está cantando a mi puerta y eso me hace llorar, el que me ofrezcan un Día de Reyes en Septiembre debiera ser grandioso, ¿o no?
Pues no, la verdad es que elegir -y elegir bien- siempre ha sido un problema para mi. (Y ex novios: no se rían que es en serio.)
Hubieran visto a los Marmota en ConocidoCentroComercialAlSurDeLaCiudad, en la tienda donde al firmar con tu tarjeta eres "Totalmente Pelmazo" (por la deuda que solo crece y crece), intentando elegirME un regalo de cumpleaños que fuera: bonito, pero tierno, pero no muy caro, pero cómo no muy caro si yo me lo merezco, pero no porque esa lana mejor la invertimos en los dulces del Matius, pero mejor un libro, pero mira el abrigo, pero mejor el perfume, ¡pero mejor NADA porque eres una histérica y ya mejor nos vamos!...
Ouh...
No se qué pasa conmigo que no puedo siquiera atreverme a pedir algo que me va a causar felicidad (pasajera, claro; nada es eterno en esta vida, ¡carambas!), porque una crece con muchas broncas en su cabeza y justo al llegar a la edad de las actuaciones, ¡cómo no voy a meter la pata a la hora del chousen!
A quién de ustedes no les sorrajaron un: "Cuidadito y andes de pedinche, porque te voy a dar de nalgadas." Y entonces ¡obvio!, llegabas a casa de la abuela o del tío gastalón y buena onda y eras el único imbécil que al ser requerido para elegir una golosina o un premio, mirábas primero a tu madre -quien en un sorprendente performance de miradas y gestitos, con la boca torcida te alcanzaba a decir "Ni se te ocurra"- y decías: "Yo no quiero nada abuela, muchas gracias". ¡Mátenme porque me muero, la neta!
¿Qué es todo ese rollo del pedir y del merecimiento? En primer lugar, papás: dejen de andar hostigando a sus hijos con eso del "No pidas", porque no está padre. Si a un niño le cortas su necesidad básica, primaria, inherente al ser humano del pedir, lo estás lisiando para toda la vida. Se convertirá en un adulto contenido que siente que efectivamente, no merece nada y cuando llegue la hora de que alguien le ofrezca su mano, su ayuda, su corazón, su amistad...simplemente lo rechazará por sentir que él (o ella) no lo merece, que no es lo suficientemente valioso para ser considerado por el mundo para ser depositario de un poco de generosidad.
Yo se, yo se que a veces como papás sufrimos el huevo y la gallina cuando estamos en casa ajena y nuestro hijito se pasa de pedinche: ¿puedo más postre, puedo tomar agua, me regalas tu casa?
He sentido la cara arder de la pena cuando el Matius pide un dulce del Bote de las Golosinas de la casa de su mejor amigo y miren que me he contenido para evitar decirle "no pidas".
¿Cómo sabrá la gente a tu alrededor que necesitas un abrazo, un consejo, un préstamo literario o una taza de café más caliente? O mejor aún, ¿cómo sabrá tu pareja lo que en verdad estás necesitando en la relación si esperas a que él o ella te lean la mente?
Pasa en todos los ámbitos, en serio. Pedir y estar consciente de merecer por el hecho de ser valios@ debiese ser verdad universal.
Por lo pronto yo me sigo terapeando para agarrar valor y pedir mi soñado viaje a París como regalo de cumpleaños.
¡ Quién sabe!, en una de esas hasta me mandan en premiere classê con boleto de ida... ¡sin vuelta!
El día de hoy platicaremos de cuando una no sabe elegir bien.
Y no, no nos vamos a poner filosóficos o profundos, (esas cosas déjenselas a Gabby Vargas, por Dios, ¿por quién me toman?) más bien hablo del no saber elegir un regalo para una misma.
O lo que es lo mismo: "Lo quiero pero siento que no me lo merezco".
Como ya he cacareado por aquí, hace poco cumplí años y la verdad es que personas muy queridas me dijeron "píde lo que quieras". ¡Wey!, si la treintena me está cantando a mi puerta y eso me hace llorar, el que me ofrezcan un Día de Reyes en Septiembre debiera ser grandioso, ¿o no?
Pues no, la verdad es que elegir -y elegir bien- siempre ha sido un problema para mi. (Y ex novios: no se rían que es en serio.)
Hubieran visto a los Marmota en ConocidoCentroComercialAlSurDeLaCiudad, en la tienda donde al firmar con tu tarjeta eres "Totalmente Pelmazo" (por la deuda que solo crece y crece), intentando elegirME un regalo de cumpleaños que fuera: bonito, pero tierno, pero no muy caro, pero cómo no muy caro si yo me lo merezco, pero no porque esa lana mejor la invertimos en los dulces del Matius, pero mejor un libro, pero mira el abrigo, pero mejor el perfume, ¡pero mejor NADA porque eres una histérica y ya mejor nos vamos!...
Ouh...
No se qué pasa conmigo que no puedo siquiera atreverme a pedir algo que me va a causar felicidad (pasajera, claro; nada es eterno en esta vida, ¡carambas!), porque una crece con muchas broncas en su cabeza y justo al llegar a la edad de las actuaciones, ¡cómo no voy a meter la pata a la hora del chousen!
A quién de ustedes no les sorrajaron un: "Cuidadito y andes de pedinche, porque te voy a dar de nalgadas." Y entonces ¡obvio!, llegabas a casa de la abuela o del tío gastalón y buena onda y eras el único imbécil que al ser requerido para elegir una golosina o un premio, mirábas primero a tu madre -quien en un sorprendente performance de miradas y gestitos, con la boca torcida te alcanzaba a decir "Ni se te ocurra"- y decías: "Yo no quiero nada abuela, muchas gracias". ¡Mátenme porque me muero, la neta!
¿Qué es todo ese rollo del pedir y del merecimiento? En primer lugar, papás: dejen de andar hostigando a sus hijos con eso del "No pidas", porque no está padre. Si a un niño le cortas su necesidad básica, primaria, inherente al ser humano del pedir, lo estás lisiando para toda la vida. Se convertirá en un adulto contenido que siente que efectivamente, no merece nada y cuando llegue la hora de que alguien le ofrezca su mano, su ayuda, su corazón, su amistad...simplemente lo rechazará por sentir que él (o ella) no lo merece, que no es lo suficientemente valioso para ser considerado por el mundo para ser depositario de un poco de generosidad.
Yo se, yo se que a veces como papás sufrimos el huevo y la gallina cuando estamos en casa ajena y nuestro hijito se pasa de pedinche: ¿puedo más postre, puedo tomar agua, me regalas tu casa?
He sentido la cara arder de la pena cuando el Matius pide un dulce del Bote de las Golosinas de la casa de su mejor amigo y miren que me he contenido para evitar decirle "no pidas".
¿Cómo sabrá la gente a tu alrededor que necesitas un abrazo, un consejo, un préstamo literario o una taza de café más caliente? O mejor aún, ¿cómo sabrá tu pareja lo que en verdad estás necesitando en la relación si esperas a que él o ella te lean la mente?
Pasa en todos los ámbitos, en serio. Pedir y estar consciente de merecer por el hecho de ser valios@ debiese ser verdad universal.
Por lo pronto yo me sigo terapeando para agarrar valor y pedir mi soñado viaje a París como regalo de cumpleaños.
¡ Quién sabe!, en una de esas hasta me mandan en premiere classê con boleto de ida... ¡sin vuelta!
2 comentarios:
Vaya terapia q m has dado ,xq digo yo se q merezco todo pero siempre al pedir pienso en todo y todos menos en lo q realmnt deseo.sabia y acertada como siempre.saluditos
Saluditos Betty, muchas gracias por pasar a leer éste masijo de pensamientos y sinsentido, jejeje.
Besitos!!
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