Señores y Señoras... están a punto de presenciar el desplome de un alma que muere de sueño, de desesperación por acumular ideas que no llegan al papel (¡Y menos a La Gatería!); un alma a la que el café ya no le sabe como antes, ni las flores le colman el olfato, ni... si. Ha sido una semana cansada: el regreso a la escuela del Matius, horarios de oficina del marido bastante "cuestionables", hormonas vueltas serial killers... ¡nada que cualquier mujercita no pueda soportar/solucionar! (Pero yo no soy cualquiera... tu sais!)
...
Bueno, ya. Basta de quejicosis y vamos a entrarle a la materia.
¿Cómo están, queridos menos cinco olvidados lectores de siempre? ¿Cuántas horas los han tenido secuestrados en el auto los maistros protestantes? Ayyyy, qué cosas...
El día de hoy les voy a platicar algo muy feo, manitos, porque ustedes son bien a todo dar y se chutan toda las dosis de sinsentido que me da por escribir (¿Ya ven? Les dije que se mocharan con su cooperación para mi curso de "lectura y redacción" del Instituto Patrulla.)
Whatever. Lo que les quiero platicar tiene que ver con la escuela; es más, es tan importante en mi carrera que, sin dicha experiencia, hagan de cuenta que ni siquiera tendría una foto panorámica donde visto toga y birrete, en el estudio de la casa de mis papás. ¡Así de fuerte es esto, chihuahuas!
Resulta que cuando cursé el 1° año de prepa, en vez de entrar a la clase de Física, mi amiga Alejandra y yo preferíamos asistir a la cata de tortas, gorditas, tamales y cuánta mugre vendían afuera de la escuela. Es que ¿quién puede pensar en Copérnico y sus "tarugadas" cuando se tiene el estómago -sospechosamente- vacío? (Aparte el maestro parecía zombie viviente, era medio misógino y su método de enseñanza no le pedía nada al del régimen comunista en Rumania)
Total que tronamos impunemente Física (entre otras materias, la neta) y por tal cosa mis padres mandáronme a "regularizar" a un supuesto "Colegio de Matemáticas", cercano al Metro Viaducto y a los tacos del mismo nombre.
Pues nada, que pasé la semana de "regularización" en la inopia total y cuando presento mi extra... obvio, no lo pasé.
Hubieron de pasar 3 años (porque han de saber que repetí 5° de prepa) y cuatro novios para que lo aprobara, y no obstante que la 1° vez no lo pasé, me seguían mandando al mentado colegio "a ver si por obra del Maligno se le pegaba algo, Netza*, es que la niña, más que nada..." y yo, ps sí asistía, pero la verdad es que nada se me pegaba porque no tenía ni idea de qué carambas era la suma de vectores. Es que hasta en ese curso tenía mi pandilla y echábamos mucho relajo. Me declaro culpable de que el profesor me alucinara y no quisiera verme de nuevo en su salón.
Pues bueno, como no hay mal que dure cien años, al fin la máxima deidad existente se apiadó de mi y puso en mi camino a dos ángeles (igual de burros que yo) que parecían discutir sobre quién cargaba en su "mocla" unas hojas bastante sospechosas.
Dichas hojas resultaron ser ... ¡el extra de Física!
Comprometiendo mi honra y mi buen nombre les lloré, les rogué que para que por fis-por fis me dejaran sacarle copias.
Al principio dijeron que nel, pero yo creo que ya me estaba poniendo muy intensa que seguro pensaron "Mejor se lo prestamos, no vaya a ir de bocona a delatarnos". Yo les aseguré que no los delataría, que lo necesitaba únicamente para aprender a hacer los ejercicios, no fueran ingenuos, las respuestas ni venían.
Que al fin y al quepo a mi todavía me quedaba una clase en el mentado Colegio de Mate y yo ya iba en camino.
Cuando llegué al salón el profe estuvo a punto de sacarme de ahí, pero igual apliqué la aturdidora "porfis-porfis" (y a los 17 años supe que con eso haría lo que quisiera con los hombres...) y no tuvo más opción que la de ceder.
A regañadientes me enseñó a hacer los ejercicios del exámen y ahí nos dimos cuenta que los PUTOS (perdón, de veras perdón por el bold) exámenes extraordinarios de la Prepa #4 de la UNAM estaban MAL, pues al comprobar la respuesta con las opciones que venían, NINGUNA era la correcta. Y de varias, ¿eh?
El complot quedaba descubierto: la segunda causa de Fosilización en la UNAM eran los extras amañados (la primera, ya lo dije, es tirar la hueva), pero como en ese momento no interesaba descubrir misterios ni hacerme la activista (lo importante era pasar esa maldíta materia para poder largarme a la Universidad) no hice más que presentar mi extra.
El cual pasé con 7. ¡Aplausos!
Lo primero que hice fue marcarle a mi papá, para decirle (y agradecerle) que ya había pasado el f*ck'n extra, lo demás... ya no me acuerdo.
Al recogerme en la escuela, su escolta me felicitó timidamente "Ay señorita, qué bueno que ya pasó su exámen, su papá estaba muy contento..." y ello me dió mucha pena. O sea, qué oso ser felicitada por lo que debió ser mi obligación desde un principio, ¿verdad?
En fin, la vida aún tenía muchas lecciones que darme y yo por mientras, agradecí mentalmente al par de bribones que me proporcionaron el exámen. No se si lo hayan pasado, ojalá que si. Y por si las dudas, en mi discurso de agradecimiento, los tuve muy presentes pues sin ellos, doña Blasita no estaría viniendo de su pueblo cada quince días a preguntarme si "¿ya salió mi asunto, abogada?".
Yo le digo que me llame, pero ella insiste en traerme tortillas hechas a mano...
Y yo lo agradezco.
Feliz Viernes, mis amores.
*Apócope del nombre de mi papá.