¿Les digo algo? Me siento sumamente nerviosa para escribir esta entrada.
No es la cafeína, no son las mariposas amarillas (que en éste punto volvieron a ser capullos) ni mis amibas habituales. Es el nervio de mostrarme vulnerable y haber perdido la costumbre de satirizar mis desgracias.
Porque han de saber que la llave de mi camioneta lleva extraviada 4 días, los mismos en los que he tenido que aprender diversas lecciones.
Bien dicen que se necesitan de las grandes sacudidas para que un reaccione, cambie de punto de vista o tenga revelaciones que lo hagan avanzar.
Pues así estoy yo, queriditos.
Y créanme, no quería estarlo.
Fuera del aspecto económico, el perder esa llave -la cual ya había perdido muchísimas veces, teniendo la suerte de encontrarla siempre (obviamente)- me ha puesto cara a cara con mi realidad, que es el que manejar ya se había convertido para mi, en una suerte de desgracia.
No tengo mucho tiempo de conductora, y como todo al principio, fui dando pasos de bebé. Poco a poco me di cuenta que no era tan maleta para ello, no tengo en mi historial choque alguno y las situaciones de tensión (como quedarme sin gasolina, llanta ponchada, etc.) las resolví airosa. Yo sola, en un país donde la consigna "Mujer al volante, Peligro ambulante" es algo "chistoso" y donde los únicos que manejan "como Dios manda" son los hombres.
Entonces, yo me ensoberbecí. Manejaba con una petulancia, una velocidad y una temeridad que ciertamente hizo temblar a muchos, entre ellos a mi propia familia.
El diario manejar se convirtió en un reto permanente, una reafirmación de mi autoestima en mal plan.
Muchas veces mi propio Matius me pidió que no fuera tan rápido, que no tocara el claxón o que respetara a los que caminaban.
Mi santa madre sufría como copiloto. Alguna vez me dijo que mejor manejara un microbús y ¿saben qué? En lugar de ponerme a reflexionar sobre sus palabras, me dió risa y una sensación victoriosa, algo así como "qué fregona soy".
Pues todo eso se acabó el lunes que la llave de mi camioneta desapareció.
La usaba por separado del resto del llavero, pues la carcaza estaba rota y nunca hice por cambiarla.
De las veces que la perdí, la encontré invariablemente tirada en el piso, junto a mi camioneta en el jardín- garage de mi casa. Y en vez de hacer algo al respecto, continúe con mis despistes.
Me detengo un momento para decir que los olvidos y distracciones se han incrementado en mi. Cada día son más y más frecuentes. Y ya no puedo tapar el sol con un dedo, volví a caer en la depresión. La neta.
Soy una medio creyente de que las cosas pasan por una razón. Por pendej@, claro, sería lo más fácil de pensar. Lo segundo sería en decir que las cosas me ocurrieron para hacer un alto en mi vida y reflexionar hacia donde estoy caminando; para protegerme de mi misma en mi carrera destructiva manifestada en el mal manejo y sobre todo, para pensar en que no siempre el trecho conocido es el mejor.
He recibido lecciones de humildad al andar de nuevo sufriendo con mis bultos en el pesero, al cruzar calles como peatón que no es respetado, como mujer que ha perdido un poco su femineidad al tratar de igualar la testosterona al volante y como ser humano al entender que si dejo de escuchar mi voz interior estoy comprando un boleto directito al carajo.
Son muchas lecciones en poco tiempo. No les diré que no he llorado, primero por el costo de mi chistecito; pero luego, cuando me permito bajar la guardia, por toda la maraña que tengo que desmadejar hasta encontrar la punta de la verdad. Mi verdad, mi espacio, mi ser, mi futuro...
Sí amiguitos, la vida siempre encuentra la manera de que aprendas algo que tienes pendiente y no por ello se deja de gozar. Al contrario, se suma a lo que ya tienes y que no debes dejar de valorar.
* * *
En otro orden de ideas, estoy muy emocionada porque el amor de mi vida cumple años el domingo.
Justo nació un domingo.
Recuerdo que su papá y yo estábamos super nerviosos unos días antes (NUNCA pidan el ultrasonido en 4D); el sábado previo fuimos a cenar a Coyoacán y de regreso a casa, sentí que estaba a punto de conocer lo más extraordinario del Universo.
El domingo temprano pasamos por mis papás para que nos siguieran hacia el hospital y a las 11:05 a.m., el Matius estaba conociendo el mundo.
A partir de ese día supe que mi corazón caminaría fuera de mi cuerpo para siempre.
No ha sido fácil este camino, nunca lo será. Espero que Dios me preste la fuerza, el ánimo, la fortaleza para seguir impulsando los sueños sabor canela del pequeño hombrecito que está a punto de cumplir 5 años.
Feliz cumpleaños a mi ratita -no tan- bebé, al gatito que me despierta todas las mañanas con un sandwich de panza y unos piecitos que exígen ser cosquilleados.
Feliz Cumpleaños al Matius.