Está por suceder otra vez, está por llegar el fin de semana donde debo pagar mi karma por haber echado pata en semana santa de hace 18 y 11 años, respectivamente. El momento donde llora mi cartera y pide que le cuenten las 10 con la velocidad de los que salen corriendo del metro Chabacano, a punto de perder el bono de puntualidad anual. Y bueno, el previously no es nada pacífico ni tierno. Ahí he conocido la desconocida que se pegan mis dos bodoques al momento de la repartición del presupuesto cumpleañeril (¡tú que te clavas!, ¡tú ni opines!, ¡yo estoy chiquita!, ¡te vale madres!) y es bien bonito, es bien bien bonito saber que los frutos de tus entrañas no van a cambiar la fecha en la que nacieron ellos (y todas las flores) y yo debo apechugar. Solo una vez logramos convencer a Matius de que celebrara en octubre/preguntenme cuánto pago por su terapia... exacto.
Y bueeeeno... con un subidón parecido al del minuto 02:24 de "Disco 2000" de Pulp, me dispongo a platicarles que han pasado ya 15 días de enero y ya trae record ganador por cuanto a las sorpresas (nada gratas) del futuro que enfrentará la generación que creyó en el mensaje de "Tú puedes", en el echaleganismo, el valor de una carrera universitaria e inversión en cetes. La vida, como la habíamos conocido se extinguió y la promesa de una mejora se encuentra en el fondo del mar, junto con los restos del Titanic y del OceanGate. Sí, por eso es que nos decantamos por una existencia a base de videos de gatitos y una nostalgia infinita por nuestra infancia pre hipotecas, que nos quejamos de nuestros vástagos (costará 3 veces más manternerlos y procurarles una educación, ya ni siquiera un legado económicamente estable) y las ganas de pasiones humanas estarán a la orden del día, esas no cejan en abandonarnos.
Pero aunque sonemos peor que la trompeta del Mariachi mal pagado en la versión "Cake" de "I will survive", hay que seguir adelante y no dejar que nos lleve la tía de las muchachas. Al menos con algo debemos dar pelea, no sé..., emprender nuevas oportunidades de negocio, reducir el uso de recursos naturales y claramente, reducir la convivencia con cualquier ente del sexo opuesto pues, no está padre que por nuestra causa, el planeta y su gente bonita, sufra.
Así es, queridos menos cinco lectores de siempre, este será el año del marsupial, el año en el que menos saldré, menos haré olas en los supermercados y banquetas (es que, no mamn pinches cicilistas y scooterettos, ¿no pueden circular en el carril que les corresponde? Harta estoy de tirarlos con el pie y que se arme la bronca callejera), el año que me daré para encontrar mi misión en este apestoso planeta y dejaré de obligarlos a enamorarse de mí y corresponderme en mis pretensiones.
Don´t worry, no les intensearé, ni los buscaré, ni les daré lecciones de nada. No tendrán que sufrir de reclamos ni de hinchapelotosis. Ninguna mucama los hará volver a vivir el oso de que les pregunten "¿Y la muchacha, jóven?" y ustedes con su conquista nueva ahí, escuchando todo estoicamente (ps también ustedes, chingau, ¡cambien de hotel!). Les prometo mutis absoluto, les prometo ausencia física y mental.
Y con tan bellos propósitos, no habrá riesgo de que al final de año hayamos (del verbo "haigar") abonado una milla al infierno de nadie. Y así todo lo que les suceda, no vendrá acompañado de la frase "Todo por culpa de la p----a esa". Such is life in the Tropic, como dice mi adorado señor O.
Sean felices, mis niños, sean libres y sean ustedes; yo los libero de mis apegos, de mis reclamos, de mis expectativas.
Tal como Sxip Shirey y Craig Harwood cantan: Expectations can fuck you up. Y ya estamos bastante fuckeados para seguir ehandole fruta a la piñata, jajaja.
Feliz 2025.