martes, 31 de diciembre de 2024
Hola, 2025
viernes, 27 de diciembre de 2024
Maternidad 2024
"Amor: ¡ya, por favor!" es una frase que he repetido recurrentemente como mantra durante todo el año. Se lo he dicho a la gata, a la niña y al niño y en cualquier escenario, es poco probable que sea suficiente para congelar en el tiempo la conducta desbordada de aquél (aquella) a la que va dirigida ésta súplica. ¿Será como dice Jose Alfredo Jiménez que, "se me acabó la fuerza de mi mano izquierda"?
Me resulta muy complicado que, a estas alturas del partido y con la logística toda piñata que manejo, las criaturas subordinadas que viven en mi casa obedezcan a tal súplica. Es más, apuesto a que es un incentivo para que sigan girando como trompos, gravitando en varios puntos a la vez y con las mismas posibilidades de causar caos a su alrededor. Sí, son super caóticas y sí, pareciera que están fuera de control. Parece que vuelven a los 3 y 8 años respectivamente. Si en algún momento creí haber inculcado en ellos independencia y desapego, la vida me los trae escupidos de vuelta a mi cama, en un ejercicio parecido al de acomodar carros en el estacionamiento con tal de que los cuatro quepamos y ninguno termine con la pata del otro en el ojo o la gata encima de los tres. Y a veces es tierno y divertido y a veces es cansado, sobre todo porque la mami quiere ligar en tuiter y hacerse fotos sexosas que venderá en su only flans y nomás no se duermen estos jijos porque quieren seguir jijijí, jajajá. ¿Qué hice mal?, ¿qué lección de "Escuela para padres" me perdí? (Todas, en realidad. Soy un completo desastre con las actividades escolares de la ratita menor, pa' qué les voy a mentir.) Such is life...
Pero.. (cada que escribo "pero", en mi mente vuelvo a ese diálogo de Tronchatoro en "Matilda") ¿qué encierra mi desesperada petición y qué hay detrás /delante del desafío a la misma? Una relación que se ha ido apuntalando en el tiempo que llevamos siendo tres (y una gata), con los elementos que la vida me puso en el camino y que, o yo los sorteé o me tropecé con ellos. En ambos casos, hubo lágrimas, risas, alegría, sinsabores y una alta dosis de carbohidratos, culpa y vergüenza ajena; hubo gente que se subió al tren, otras que se bajaron y el staff estelar que permanece. Such is life!
Y sí, me reconozco cansada y al borde de tirar la toalla incontable veces durante el año: dí mucho en unos lados y dí muy poco en otros. El balance de fin de año no me cuadra (como a los contas), pero -y ya en serio-, de ninguna manera me sitúa en una dirección opuesta a la que quiero estar.
Me quejé innumerables veces de todas las fiestas y compromisos sociales a los que se apuntó la criatura menor; era cansado, era y es frustrante el seguir sin coche para movernos, era tedioso aguantar charlas que no llevaban a ningún lado... sin embargo, cuando reconozco en esas mamis a la mami que solía ser con el Matius, me siento muy orgullosa de haber superado tantos topes de campaña, tantas taras y trabas. Sé que en su momento aquel papel cumplió ciertas funciones y por ello el Mats se encuentra donde él quiere estar y por ya no serlo, la Papita se encuentra viviendo una realidad diametralmente opuesta a lo que pudo haber sido. La mamita casada con esposo perfecto y uña perfecta no fue mi destino; la mamita todoterreno, en crisis permanente, resolviendo sola es mi presente y estoy bien con eso. Ya estoy bien con eso. A veces estoy bien con eso.
La maternidad me ha puesto muchísimas pruebas, ya lo sé y ya lo saben. Creo que nada me hubiera dado tanto material para mantener vigente éste apestoso blog durante tantos años; también me ha encerrado en el baño, en la camioneta, en la jaula de mis pensamientos funestos, en los límites de mi cordura y en los confines de mi paciencia. Ahora me siento mala madre el 90% de las veces porque Alo escupe las verduras como toda una verdulera y cuando al Mats le rompe el corazón una chica de su salón. A veces no quiero escuchar las mil historias que ambos necesitan sacar de su ronco pecho para poder estar en paz consigo mismos, a veces lloro de cansancio, de no saber si sabré guiarlos en su próxima aventura. Se siente como ver una película con un filtro verde botella y donde la protagonista se echa a llorar enmedio de la nada. Me comparo, me angustio, me sofoco y me enojo: sí es verdad que quiero salir corriendo a la fiesta, bailar y entregarme a las bajas pasiones, pero también es verdad que nadie va a sacar el brillo en los ojos de ambos como los chistes bobos y los hot cake de los sábados de su agobiada madre.
Tonces, pues nada. A seguirla ... y a disfrutar lo votado (¿lo bailado?) de aquellas tardes de semana santa de hace 16 y 9 años aproximadamente.
Qué sigan esas noches donde las ratitas se hacen un huequito en mi cama para sentarnos a platicar, filosofar, terapear, reír, llorar, mimar y maullar.
Such is life.