jueves, 26 de septiembre de 2024

Cumpleaños feliz.

 Hoy estoy enferma

Ayer estuve enferma y el 24 cumplí 44 años y me sentí por primera vez “de mi edad”.

Hace un año le pedía al novio en turno que me advirtiera cuando me empezara a brotar el ridículo por usar faldas cortas con botas altas, solo que para el amussement de la vida, el novio se fue antes de que llegaran sus advertencias y ahora mi único termómetro son las miradas liosas de las mamitas de la escuela de Alo y las lúbricas de los papitos, también de la escuela de Alo.

Cumplí 44 años. No es nada. Es todo.

Anoche soñé con la mujer que me contrató como su criada jurídica y a la que temí y le aprendí durante 6 años, hasta que vino lo inevitable y yo tomé el lugar que la historia me tenía reservado para mí. Soñé que estaba en el mismo espacio que yo, con dos niños pequeños y larga y delgada como siempre había sido. Yo, avergonzada de tener las manos manchadas de éxito laboral y la mirada cansada de gente que no hace nada, evitaba hablar con ella, pero -como hace la gente idiota que sabe que me ha lastimado- acudió con mi madre y ésta insistía en que hablara y le pidiera disculpas.

¿Disculpas de qué? ¿De haber tomado “su lugar”? O por el hecho de haber aprendido un oficio y ganarme la voluntad de mi protector. Mi protector… necesito bajar de peso.

En otro sueño (el que tuve antes de que mi mamá me despertara para preguntarme si necesitaba que me llevaran al hospital porque estaba delirando) soñé que asistía a una reunión en una casa blanca y que al día siguiente, toda la gente se había ido. Yo quería irme también y urgía a mi hijos a que prepararan su equipaje para largarnos pero ellos tardaban demasiado en encontrar su ropa, entre tantos cajones, puertas, alacenas que había en esa casa. Todos blancos, todos vacíos. Y la angustia se apoderaba de mí y yo decía “dejemos todo, vayámonos a casa ya”, pero no podíamos encontrar la fuerza para retirarnos, se sentía toda la situación forzada y exagerada. Me convencí a mí misma de que aquello no estaba bien cuando tomé un papel de la impresora y comencé a ver que todo en él cambiaba: de color, de diseño, de frases, de dibujos. El papel mágico.

Dije “quedémonos, porque mañana comienza otra fiesta” y así lo hicimos. Al día siguiente, la decoración y temáticas eran completamente diferente y nuestra ropa y cosas estaban nuevamente instaladas en los cajones y clósets, como si pudiéramos salir de ahí una vez terminado todo el barullo. No sé si estuve escuchando “Hotel California” mientras alucinaba o sencillamente la amoxicilina me pega cañón durante mi enfermedad.

Qué lástima que sea tan mala para escribir, ese hubiera sido la idea para un buen guión.

Estamos hechos de frustraciones y secretos y cuando convergen ambos en una sola situación, algo se altera en la Mátrix. Tal vez por eso me enfermé en mi cumpleaños, tal vez por eso no pueda presumirles ni resumirles mi festejo pero, sí alcanzo a decir que volé, yo sé que volé.

No hay deseos ni resoluciones para éste nuevo año personal, lo he hecho fatal en los años anteriores y solo quedo en ridículo conmigo misma. Solo quiero que se sepa que inicié de una forma y me encantaría vivir cada día con algo de esa esencia. Con esa imagen en mi retina diariamente: un ángel vestido de negro y con tatuajes en sus alas.

Suena tan a bad boy que usted no se imaginaría que ya tengo 44 y dicho ángel unos pocos más. Y aún más: parece cliché y hasta historia dentro de una canción ochentera de pop en español ("¿será el ángel de mis sueños?)

Todo parece ser producto de la efedrina, de la depresión post cumpleañera, de mi soledad en la enfermedad, de mi febril imaginación. No me imagino soplando las velas y pidiendo deseos lúbricos frente a las caras de mis seres queridos y amigos, pero ya soy ésto y no puedo evitarlo, contenerlo ni calmarlo. No deseo. Ni siquiera puedo.

Sí, feliz cumpleaños a mí.

viernes, 6 de septiembre de 2024

Rómpete ésta.

 Anoche, en ejercicio de mi soltería y de la custodia “compartida” (ja ja… compartida), me metí al cine a ver la muy mentada y sobada “Romper el círculo”.

Quiero aclarar y contextualizar que en la oficina, en las redes sociales, en todo lo que alcanzó a abarcar mi mirada en las últimas semanas, el tema era la película: que si muy buena, que si muy buenísima, que si me iba a salir llorando, que si la Bleik Layvely esposa del Detpul, que si el guapo, que si las pinches arañas.

Total que llegué a la sala y empezó la peli y todo iba lento, todo era tonos cálidos de otoño, era Maine, era Boston, era la Bleik actuando sus mismos pinches rangos emocionales, era el director de la película actuando en el papel del interés romántico de la protagonista, era el noviecito de la preparatoria, eran los recuerdos y sin deberla ni temerla, a las primeras de cambio, ¡madres!, que le sueltan un trompazo a la Bleik que la dejó viendo estrellitas y de ahí todo fue en picada. La película inexplicablemente se convirtió en un muy mal show que intentó abordar el tema de la violencia en las relaciones románticas, pero sin el análisis, sin la sustancia y sin dar correctamente el mensaje. PARA MI.

Y hoy que llegué a la oficina, lo primero que quise hacer fue reclamarle a la chica que me la había recomendado, PERO, vi su carita esperanzada de "¿le gustó, licenciada?" y no tuve corazón para decirle que era un bodrio. Tampoco le dije que qué pinche chulada, qué barbaridad, ni Godard, pero traté de dar mi opinión sin romperle la ilusión que le había provocado a ella (y a toda su generación), sobre todo, la buena leche con la que me la recomendó. 

No se las voy a spoilear, gasten su lana y pierdan su tiempo como yo y nos vemos al siguiente post.

 

Chop, chop.