Yo me encontraba deambulando por las calles del Centro
Histórico.
Era ya de noche, las tiendas de novias habían cerrado y la gente
se apresuraba a correr al Metro para irse a casa y resguardarse de los vientos
de febrero.
Recuerdo la luz ambarina sobre la calle donde se encuentra
la Biblioteca de la Suprema; sentí una punzada de remordimiento y lo intenté
acallar mientras marcaba ese número que ya me sabía de memoria. El corazón me
latía fuerte y sentí que se me salía cuando oí su voz saliendo de mi Nokia 918…
“¡Hola!... Hola… ¿Qué haces?... Camino a casa, vine a ver a mi abuela, ¿y
tú?... Estoy caminando sola por el Centro… ¿Tú sola?... Sí… Ok, pues vete a
casa con cuidado”. Click.
Yo caminé sola por el Centro de la ciudad con la esperanza de
caminar junto a él en esa noche ambarina. Yo debí estar tomando clases en ese
momento, pero no tenía inspiración ni ganas para estudiar el segundo semestre
de la carrera de Derecho en un lugar tan lejano y desconocido para mí, como lo
era la ENEP Aragón. Les puedo asegurar que estuve a punto de darme por vencida,
dejar por la paz la escuela y seguir trabajando feliz de la vida vendiendo
pollo KFC.
Yo quería ser
periodista, ¿saben?, pero la huelga decidió otra cosa. Sería una de las tantas
veces en las que yo dejaría que el azar decidiera por mi sin siquiera meter las
manos. Iba a la deriva, estaba “así” del precipicio…
Pero entonces llegó la inspiración y ¡vaya qué f*ckin’
amazing inspiración!
Gracias por ser esa luz, ese ideal para admirar y poder
seguir adelante…
II
En algún momento yo paré; ya no me bastaba litigar y ganar,
litigar y perder y apelar, litigar sin poder sentir que esa era la vida que yo
había elegido. No podía seguir alegando por otras personas en lugar de hacerlo
por mí misma, no estaba redituando emocional ni económicamente.
Entonces me bajé del tren y di como 80 pasos en sentido
contrario. Nuevamente el azar me puso en un lugar que me dio tablas y
perspectiva de muchas cosas desconocidas por mí. Era emocionante y elegante y
me gustó muchísimo ser consultora jr., viajar y dar cursos y conferencias. Casi
caigo en las garras de un sugar daddy que conocí en un assessment para su
compañía. Vuelos y hoteles reservados para cuando yo decidiera dar el paso y
encontrarme con él en Cancún, Chiapas, Los Cabos, anywhere!
Obviamente no conduje mis pasos sobre esa línea y mejor conocí
al padre de los niños que viven en mi casa. Otro destino azaroso y ocho años de
“stay at home mom”.
Luego, ya saben la historia: azares del destino me llevaron
a la industria restaurantera, enfilé mis pasos a la pasarela corporativa y aquí
estoy. Malabareando la vida profesional con la maternidad.
Y aquí me están encontrando los 42 años: algo cansada y
estresada; existiendo a base de cafeína y bomberazos y con una comezón por
quemar las naves…
Voy a llorar... y voy a llorar dentro de mi camioneta porque es el único lugar a donde los niños que viven en mi casa ya no me siguen cuando llegamos. Los animo a que suban corriendo a ver a su gata, o a que lleguen a pelearse por el baño después de una hora y media de camino o a que suban gustosamente en fila a guardar el super que acabamos de comprar. Y es que de verdad necesito esos 3 minutos antes de entrar al segundo turno, caray.
Me duele estar tan ocupada y no poder disfrutarlo. Es un frenesí de actividad tras actividad tras actividad; correr por la mañana, correr por la tarde, correr por la noche y dormir con el pendiente de que al día siguiente hay que seguir en una carrera donde todos van a recibir premios (o con el pendiente de que tiemble), pero tú no puedes tomarte ni cinco minutos para fumar porque dejaste de hacerlo en el 2007 o donde ya no puedes bajar al bar para que te pichen un vodka porque tomas antidepresivos, manejas y ... eres una full time mom! Y lo eres porque tienes la custodia de ese par de ratitas maldosas, porque tienes el amor de madre subido hasta la garganta y sabes que se convertirán en pandilleros si es que sueltas la rienda. Porque sabes perfectamente que nadie está del otro lado para sostener la otra punta de esa cuerda... ¡cómo estarlo, si es una chinga!
Estoy segura que por eso me he enganchado un poco a Tuíter, porque bajo mi contexto, es lo más cercano a tener sexo con extraños en el baño de un bar de mala muerte en la ciudad de Nueva York. O bueeeeno😒, es lo más cercano a sentir algo de aventura en un ambiente para nada seguro como lo es cualquier red social donde te muestras vulnerable... como aquí.
RESPIRO...
Sin embargo, creo que así se ven los cambios que permiten que tu vida trascienda: duelen, una se resiste a ellos, te revuelves como trucha furiosa contra los embates de las circunstancias hasta que dejas de luchar y entiendes que la vida es aquí y ahora, que todos esos pasos que parecen carecer de sentido serán los cimientos de tus nuevos territorios conquistados y que cuando el tiempo pase, no importará nada de lo hecho. Será la arena sobre la cual caminarán los que vienen detrás de una.
Y como dice mi sabia amiga Kry: esto también pasará.
Y el sol sí brillará nuevamente.