martes, 26 de abril de 2022

Días...

 Acostumbro a tomar una taza de café mientras preparo desayunos, almuerzos y comida de mis amos. Es como si en esa hora de la madrugada, la cafeína y yo fuéramos cómplices absolutos, donde si ella salta yo también y sus pensamientos no son para juzgar a una mujer cuarentona que pone todas sus ilusiones y esperanzas en ella. Se despliega benevolente sobre mi torrente sanguíneo y mi estómago se encoje ante la agresión sistémica, pero que por más que proteste sabe que nada podrá lograr frente a una mujer que está decidida a despertar a bola de cafetazos y ardores.

Esta mañana el café me supo a diablos; se me pasaron -literal- las cucharadas y no alcancé a terminar de beber el brebaje misterioso. 

Todo fue en picada: niños despertando tardísimo, más zombis que de costumbre, dando portazos y jimoteos del tipo "no quiero ir a la escuela", pasando por "no vuelvo a usar esa lonchera de niño chiquito" y una gatita que ya les aprendió bastante y se pone a maullar lastimeramente sobre la barra, demandando mimos y comida.

La carrera por llevar al niño mayor a la escuela, pasar a dejar a la nena, dirigirse hacia el trabajo y estacionarse sobre el segundo piso, todo mientras la música va sonando lentamente en otro coche es el cúlmen de un desastre mañanero originado por apagar el despertador y dormir "5 minutitos más"...

Nadie sabe que por las madrugadas, mi espíritu despierta y comienza a hacer preguntas que he tratado de callar durante el día. 

Nadie sabe que me despierto y abro la cortina para absorber la negrura de la madrugada, para templar los nervios con el viento helado y húmedo que escurre de los árboles. ¿Cómo saberlo?, si a veces todo está super quieto, super ordenado, super pendiente de que un día comience perfecto, como todos los demás.

Evidentemente éste no es uno de esos días...


1 comentario:

Rata Eufemia dijo...

Escribe una carta roja...