De entrada, a mi la Revolución no me ha hecho justicia.
Yo recuerdo que lo único para lo que servía "celebrar" la Revolución Mexicana era para faltar a clases, cuando el día caía entre semana, o para asistir a Paseo de la Reforma a ver el desfile deportivo que año con año nos regalaba joyas como el ver a los trabajadores del Estado desfilando en pants horribles. Oso mil ver pasar a varios papás de amigos haciendo monadas con listones o globos, mientras la banda de guerra tocaba éxitos del ayer y hoy... militar. Punto extra en la vergüenza ajena cuando tu papá era el que desfilaba; bonus doble si lo veías y te saludaba, rompiendo la solemnidad de la formación...
Un día de mil novecientos ochenta y tantos, llegó mi papá, que en aquel entonces venía manejando lo que llamamos "el luk jipi", con una extraña sonrisa y una credencial que en primer plano mostraba su foto (con aquel look incomprensible) y unos colores: "ay miiiiira, son los colores de la bandera", y en vez del escudo, las letras en negro formando la sílaba "PRI"... órales, partido de la revolución industrial...¡qué diga, institucional!... chale, ¿mi papá era priísta?
Ese día, cuchicheando con mi mamá soltó frases como "...era necesario" y "empiezo el lunes..."; posteriormente me entretuvo mientras declamaba equis poesía, de la cual se me quedaron las siguientes frases: "...a donde vamos, todo es tan turbio. Es el mundo, es el mundo". Sucedía que para continuar en su chamaba (trabajaba en CONACyT), había que afiliarse a las juventudes priístas o alguna madre por el estilo, so pena de darle su trabajo "a alguien más capacitado". Pus el puro vacilón, la verdad, pero lo cierto es que a mi no me cuadraba que aquello tuviera el nombre de "revolución" en sus entrañas. ¿Acaso los señores bigotones que venían en las monografías y que según la excelsa información al reverso, eran bragados y hombres de verdad, también tenían cabida en dicho partido? Años después aprendí que no, que nada tenía que ver con nada y sin embargo, parecía que le debía más mi futuro al mentado PRI que a un Pancho Villa o a un Zapata. Una pena, lo se.
Aún sigo cuestionándome el por qué un partido político tiene agarrado de la cola a un país entero.
No me explico cómo es posible que mis hijos estén viviendo igual o peor que yo. Peor, porque al menos yo recuerdo haber pisado una clínica del ISSSTE o del IMSS en mi vida; mis hijitos no. Y aunque muero por decir "gracias a Dios", lo cierto es que si no lo han hecho es porque no tenemos derecho a la salud, como todos los que gozan de un trabajo amparado por el Estado (que de repente ahí mismo se petatee el mero mero director de dicha institución, bueeeeno, ese es otra onda), asi que debemos pagar muchos pesitos para que les receten un mejoralito *Justo en la División del Norte.
Entonces, la Revolución Mexicana, ¿verdad?... pues sí, creo que vivimos fuera de todo contexto histórico, social, político. La historia que nos hacían repetir como loros en la escuela se ha ido diluyendo hasta perderse en el marasmo de la indiferencia y la desinformación (¡con decirles que hasta feisbuk nos conminaba a celebrar el día de la revolución el lunes 17 de noviembre!) y el espíritu que alguna vez inflamó los corazones en "la bola" parece que huyó hacia regiones más aciagas.
Y nada, aquí seguro seguiremos peleando por ver quien adoctrina mejor en redes sociales o quién puso la mejor rola, la mejor foto, la mejor frase chistosa de algún simio que poco tendrá que ver con nuestra idiosincracia, pero que amablemente nos distraerá de ella.
Las luchas que libramos son las de mostrar nuestro escarnio por aquellos que se conmueven por tragedias ocurridas a mil kilómetros de aquí, o por repudiar los sentimientos de otros, que sencillamente sufren por el sufrimiento en si. Aplausos para todos, tenemos lo que nos merecemos, ¿o no?
Y si alguien se considera totalmente exitoso en la vida, felicidades; a esa persona sí que le hizo justicia la Revolución. Namás no se olviden de los pobres, no hay que ser...
Seguirá la vida como hasta ahora, con muchas desigualdades y peleas de cantina. Seguiremos defendiendo lo que queda de identidad nacional en alguno que otro blog de pacotilla y en cuanta red social se nos atraviese. Seguiremos mostrando la indiferencia ante la razón pura, porque sencillamente eso era lo que querían nuestros padres revolucionarios: "que mis hijos no padezcan lo que yo padecí".
Estense tranquilos, villistas, zapatistas, huertistas, carrancistas: hoy todos somos uno y no sufrimos. Tenemos internet y una estación del metro para conmemorarlos.
Feliz viernes, queridos revolucionarios menos cinco lectores de siempre.
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