Hay tantas cosas en esta vida que no se me dan, que simplemente no las se hacer nada bien.
Por ejemplo: no se cocinar. O sea, hervir agua y echarle espaguetis no convierte a alguien en Chef categoría Cordon Bleu, ¡perdónenme!
Ya no digamos que se bordar, tejer o cortar un vestido.
No aprendí ni siquiera a escribir bien en máquina de ídem.
Y mucho menos se cómo pintar una acuarela, o un óleo o ya de perdis, con plumones "Pincelín". ¿Cambiar una llanta? Gracias al cielo que jamás se me ha ponchado una, o si no, estaría a mitad del arrollo vehicular llorando y pidiendo ayuda.
Neta, soy re inútil.
Trato de consolarme pensando en que quizá sea una buena abogada...hasta que me cacho intentando dar una asesoría y mejor los canalizo con los "Abogados Sinior" (¿no saben quiénes son los "Abogados Sinior"?...¡pues mis papás!)
Luego pienso "bueno, soy una madre no tan pior" y luego resulta que el Matius trae un reporte o se le olvidó la lonchera o de plano sigue escribiendo "juares" (¡Síiiiii, con minúscula, sin acento y con "s" en lugar de "z"!)
Y es muy feo, queridos menos cinco utilísimos lectores de siempre. Eso de andar por la vida sin un talento claro es muy triste porque la gente -la del tipo "eterna metiche"- es muy malintencionada; luego luego saca conclusiones estúpidas cuando no ha llegado a tratarme a fondo.
Bueno, la verdad es que todo este quejoteo es porque hace poco me hicieron sentir muuuuy mal, como quien dice "me bajaron la moral".
Resulta que soy tan educada que no suelo poner a la gente en su lugar, ya lo saben. Yo, como el Maestro Chéjov: dejo que se regodeen en su naturaleza y que solitos se otorguen el lugar que quieran, mientras yo sólo sonrío. Pues bueno, en esas estaba mientras sostenía insulsa plática con una persona que insinuaba que mi vida era muy fácil. Que por más que platicara de mis vericuetos y vicisitudes, no habría algo en mi vida que no fuera fácil, que no tuviera solución pero no porque yo lo resolviera sino porque tengo "quien" me lo haga. O sea que pa' pronto, soy más inútil que hace rato.
¿Qué se cree ese tipo de gente? ¿Qué horribles cosas ha tenido que vivir para pensar eso de los demás? ¿Por qué medimos a las personas si todos somos iguales, para empezar? Ay dios, ¡ya me volví comunista!
Ya en serio, manitos, yo no se cuál sea mi talento, ni mi misión en esta vida, ni si tengo éxito o no. Tal vez mi talento consistió en formarme una personalidad que los demás no sientan como una amenza, al grado de hacerlos sentir tan en confianza que les provoque soltar la diarrea mental que traen encima.
Creo que abandonaré este mundo sin saber para qué carambas vine al mismo, pero mientras procuraré no molestar a la gente con mi palabra, mi actuar o mi pensamiento. Ya me tocará rendirle cuentas al creador y sabré si valió o no la pena las lbf/in2 de oxígeno que ocupé.
En fin.
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