viernes, 15 de noviembre de 2013

Mommy Dearest.

Si tuviera una cámara de video pegada a las escamas, algo así como EdTV o una mamarrachada al estilo "kardashian", sabrían del verbo "Saber" que he intentado escribir algo decente desde las ONCE de la mañana. Y como verán, aún sigo intentandolo, pero ps ya casi es sábado y no es posible que no escriba nada. Precisamente hoy, viernes de Gatería.
Whatever...
El tema a eludir es el de la maternidad y es que ¡no manchen! es bien complicado desmitificar lo que se supone es el estado ideal de toda mujers.
Y es que justo en este momento, parece que hay un boom de chicas que han decidido ser mamás y ello me ha puesto a pensar en lo que yo sentí cuando me entregaron al Matius envuelto en sarape y los días (y años) siguientes a dicho evento.
No fue fácil, déjenme decirles.
En el momento que escribo esto, ya pasaron casi seis años de la primera noche de Matius en casa, con cólico, pañal sucio y llamada de media noche al pediatra incluído. A decir verdad me encuentro viviendo el momento que tanto soñé: el de ver a mi hijo súper independiente, sano y en la escuela.
Aunque suene horrible (y precisamente por eso lo escribo) el primer año (y el segundo y el tercero) sí son una prueba muy dura en la vida de toda madre primeriza.
Y es que, aparte la sociedad no nos la pone fácil, déjenme decirles.
Parece que en el instante que has concebido los reflectores te acompañaran día y noche, habrá un empleado del INEGI afuera de tu casa permanentemente para encuestarte desde el horario de las mamilas, hasta pipí, popó, caca y el respetable público se adjudicará el honorable papel de criticar todas tus decisiones en cuanto a la crianza del beibi.
Neta, es una presión que no vieran. Es un exámen profesional interminable pues si te vas por el camino de hacerle caso a todos, terminarás con el hígado hecho puré y el matrimonio pendiendo del hilo más delgado.
Ah, porque eso sí, a la nueva mamá se le habrá de exigir hasta que sude sangre mientras que al "feliz papá" se le pondrá en un pedestal para luego llevárselo en hombros a dar la vuelta olímpica...durante tres años.
Yo recuerdo con mucho cariño esos momentos donde las peleas entre Marmota y yo no parecían tener fin y el nubarrón de pensamientos tóxicos se posaba en mi cabeza, haciendo jocoque la leche que haría feliz (y colicoso) al Mats.
Y también me encanta recordar lo fácil que era salir de paseo, con carreola, bambineto, pañalera, cobertor, juguetes...¡la casa a cuestas! y la hora de amamantar, en plena calle, con la horda de curiosos mirando mis túngentes pechos rebosantes de leche, también es de mis memorias favoritas.
O qué tal que justo cuando las carnes están volviendo a su lugar, mientras un enorme olán se cuelga de tu cintura (no, no soy "Vivendum") y tu ropa sexy siguen siendo los "mommy pants", de la nada (y parece que hasta te huelen) salen de todos lados esas exóticas y bellas mujeres, de ropa ajustada y largas y blondas cabelleras que te hacen sentir menos que una papa. No, corrijo, ellas no te hacen sentir tal cosa... ¡es tu marido el que no deja de salivar y hace que te sientas una papa. Él y solo él!
Incluso las mismas mujeres que ya son mamás se ponen muy rudas con las nuevas. Se ponen en su papel de "No mames, es facilísimo"
Y nadie, nadie te dice que no, que ser mamá no es algo sencillo. Que no se va a acabar en un año o dos o tres pues el puesto dice en letras pequeñas "para toda la vida", pero que si lo tomas con humor, que si tienes la fortuna de conseguirte unas orejeras bien grandes y peludas para no escuchar aquellos consejos "bienintencionados" y sacas de tu interior esa fortaleza para sacarte del bache, la maternidad será una etapa hermosa y saldrás airosa.
Feliz viernes y disfruten sus antojos maternalosos.

viernes, 1 de noviembre de 2013

SHITTY MOMENTS O "LOS CINCO MINUTOS EN LOS QUE NO ME QUIERO"

Aquí me tienen de nuevo, como casi cada viernes, dispuesta a recetarles su dosis de gatería semanal y... ¡no estoy contenta!
Estoy en un momento muy gloomy, muy procrastinador en donde me he pasado la mañana deambulando por toda la casa, sin atinar a cual tarea dar prioridad.
Como otras tantas veces mi escritorio está vomitando pendientes y mi casita está hecha un pequeño chiquero. Pero yo ya estoy agotada, misteriosamente. A esta hora, en la que debo ir por el Matius al cole, ya me encuentro ¡cansadísima!
Son los "shitty moments".
Momentos en los que tu ser no se encuentra alineado con tu luna en Acuario y tu Venus se encuentra un tanto cuanto eclipsada por un muy castroso Saturno. O algo por el estilo.
Son los momentos en los que aparece un nudo en la garganta, el cual no sabes si es por causa de tu maldíto reflujo o porque tienes atorados sentimientos que piden ser expulsados de tu cuerpo decadente, entorpeciendo las tareas, las rutinas, los pensamientos positivos y productivos. Es el instante en el que valen madre tu autoestima, tu seguridad, tu confianza y se apodera de ti un enorme hueco en la panza que no deja que el diafragma baje para que puedas respirar.
Y te asfiixas, claro.
Pero no mueres.
¿Y por qué no mueres en un "shitty moment"? Ah, pues porque ALGO debes aprender de ti mism@ en ese preciso lapsus brutus. Ni más ni menos.
Y entonces empieza el cuestionamiento. Uno a uno de tus pensamientos debe ir pasando al frente, presentarse, decir su nombre y qué carajos hace en tu cerebro (aparte de atontarte)
Cuando todos hayan pasado lista, deberás evaluar lo que ellos han dicho y ¡atacar!
Deberás atacar cada uno de las cuentas pendientes que tienes contigo mism@. Abordar de frente ese sentimiento mierdoso que únicamente estás pulverizando tu ser, mirarlo fijamente y decirle ¡chao!
Es que no es justo, queridos menos cinco lectores de siempre; no es justo que de por sí nuestro entorno es como es y encima uno le anda cargando fruta a la piñata.
Yo lo confieso: estaba en mis cinco minutos en los que me quise tirar al drama porque mis demonios ya venían por su calaverita. Estaba a punto de mandar todo al cuerno porque literalmente me sentía físicamente impedida siquiera para encender la compu y venir a escupirles esto.
Fueron cinco minutos en los que no supe qué ponerme para ir a una fiesta (pues según yo "nada" me queda) en los que dudé en fumarme o no un cigarrín (cosa que no hice) o tomarme un café (cosa que me puso de peor humor pues ni el café me salió bien) y en los que, neta neta, dije que yo era un desastre.
Y antes de seguirme por el camino del mal consejo, mejor respiré muy hondo y vine a compartírles estas líneas, por si en algún punto de sus felices y perfectas vidas (esa soy yo en mi último minuto "shitty") ocupan unos pensamientos de ánimo, sí se puede.
Comper, queridos. Ya me siento mejor.
Feliz viernes, los quiero!