Muchas veces en la vida se trata de lo que tienes y de lo que no.
En el sentido práctico, se puede presumir que todos tenemos una idea de carencia relativa en la cabeza: nunca es suficiente lo que se tiene, pero tampoco se sufre por ello. Al menos, no a nivel del poeta José Asunción Silva (A very serious deal, if you know what I mean!)
Pero bueno, como aquí tratamos los temas con la profundidad de un charco en Periférico, les platicaré que la mancanza es responsable de que yo sea así, de veras.
Si no, ¿por qué estaría explicándome -justificándome- cada viernes por todo lo que he pasado en la vida, por cada punto que es como herida costrosa en mi corazón? Por ejemplo, la música.
Ya les he platicado infinidad de veces que la mía fue una niñez bastante sui géneris, con mis papás medio hippies/revolucionarios, celebrando mis cumpleaños rodeada de la plática de tíos y tías intelectuales que lo mismo hablaban de feminismo que de los Bitles, pero donde los "gadgets" y la tecnología brillaban por su ausencia. Había carencia de electrodomesticidad, pues; tanto, que los CD's los vine escuchando en casa cuando el iPod ya se había inventado, ¡por favor! ¿de qué me hablan?
Y como la mía es una generación a la que le entra la música antes que la letra, tranquilamente puedo decir que yo estaba totalmente fuera de onda.
Sin reproductor de CD, sin televisión por cable y sin amig@s en mi misma situación (pues la gran mayoría disfrutaba de contemplar en la sala de su casa, el mueble donde otrora estuviera la consola y ahora se miraba un magnífico CD player), por supuesto que yo estaba condenada al ostracismo, al oscurantismo musical; de tal suerte que no sólo me libré de caer en las garras de cuánta guarrada se tocaba en esa época (80's-90's) sino que además me perdí de joyas como el grunge, el indie, el _______ (ponga en este espacio el género musical que mejor le parezca).
En serio, me hubiera gustado muchísimo ser muy fan de, no se... un Oasis, o una Courtney Love en el preciso momento en el que gestaban la rola, la melodía, el concepto. Pero, nada... la mancanza era la mancanza.
Por ello, me avoqué a los libros.
Con los libros, nadie me tachaba de "pasada de onda" si me pillaban por ahí leyendo a Pushkin o a Emmerson; en primera, porque ni los conocían y en segunda, porque los libros son atemporales, no tienen fecha de caducidad (a menos que sea el "Almanaque Mundial de 1974", ¿verdad? porque ahí sí, ni cómo); los libros no obedecen a tiempos terrenales, a modas pasajeras ni a filosofías hipster, trendy o whatever.
Que de repente algún tema se pone de moda (como los magos, los vampiros o el crecimiento personal), bueno, pase. Pero que se escuche decir a alguien: "Ay no, fíjate que ya no leo a Borges porque se volvió muy como 'pop', ¡no?", es rarísimo.
Y por favor, ¡que no se entienda que ésto es un Celebrity Death Match entre la música vs la literatura, es ocioso comparar o poner a competir a dos artes tan distintas!
Sólo quiero decirles que a falta de medios para allegarme de música, me refugié aún más en la literatura y no saben cómo me hubiera gustado sentir esa pasión que muchos de ustedes sienten cada vez que escuchan un riff o un solo de guitarra o requinto jarocho.
Claro, ello no impide que no tenga mis gustitos y mis manías en cuanto a la música, ¿eh?, porque lo mío, lo mío es la tambora zacatecan ¡y qué y qué!
Feliz viernes, queridos menos cinco musicales lectores de siempre. Los quiero!
1 comentario:
Jajajjajajaj.... Te quiero!
Danny Fdez.
Publicar un comentario