Hace rato por poco y pierdo un intestino, manitos. Què gacho.
Y todo porque no encontraba material de lectura para ir al baño. Creánme, eso es deporte extremo y no otra cosa. ¿Que por qué tengo que mencionar algo tan desagradable? ¡Achis! pues, ¿qué ustedes no ocupan ir a donde el Rey va solo? Ya lo dijo alguna vez Elena Poniatowska en aquel olvidable libro suyo "Paseo de la Reforma": "...lo hace el raspa, lo hace el Papa y hasta la mujer más guapa también deja su montón de cac... ¡éeepale!"
COMO SEA, el chiste es que en mi desesperación por encontrar algo digno de leerse en tan concurrida sala de lectura, topéme con un ejemplar de la hoy fenecida revista pseudo "rockera" y harto pretenciosa llamada "La Mosca" (denominación completa: "La Mosca en la Pared", pero ya saben, estamos entre cuates ¿eh?, ¿eeeh? *guiño*)
Como ya se los he comentado y re mentado, mi pasión es la lectura. Y por mis manitas non sanctas pasan desde textos clásicos y joyas de la literatura universal (en ediciones del Reader's Digest) hasta "Las andanzas de Aniceto" y "Sensacional de Mecánicos. O sea que a mi no se me da eso de discriminar (ya lo hemos visto con los novios, pa que más que la verdad)
Tonces, hubo una época -bastante larga- en mi vida en la que me dio por leer la referida revista y obvio, comprarla apenas llegaba el repartidor al puesto de periódicos de mi confianza -el de afueritas del metro General Anaya, en la línea 2 del Sistema de Transporte Colectivo "Metro" de la Ciudad de México- ... ¡Hice esta NECESARIA aclaración por que sí nos leen en el exranjero, ¿ehhhh?!
En fin, el caso es que dicha revista salía publicada de manera bastante irregular, tan así que hasta ellos mismos comparaban su perioricidad con el del ciclo menstrual de la mujer (sí amigas, no se hagan. En al menos UN punto de nuestra vida, el ciclo ha sido un tanto cuanto "irregular". Y las que no han pasado por ello, les recomiendo abandonar este satánico y sangriento blog inmediátamente o correrán el riesgo de que les salgan perrillas en los ojos)
O sea que, un mes podía ver la luz, pero al siguiente no; pasaban cuatro meses de publicación regular, al siguiente desaparecía del mapa... un pachangón.
Su contenido era, digámoslo en términos amistosos, algo "ecléctico" pues si bien en su pensamiento y fuero interno se consideraban una pasquín musical, en La Mosca había cabida para todo. Y digo todo porque se habló de política, literatura, cine y artes varios. Eso sí, de repente sus diseñadores gráficos desquitaban su sueldo miserable mediante el destrozamiento masivo de retinas, pues tenían unas ilustraciones del carajo y ni qué decir de sus tintas blancas totalmente ilegibles en el más picudo artículo de la revista. Chale.
Escencialmente, la reva tuvo ondita en los primeros años de su cochino existir, pues prácticamente sus enfoques eran hacia el arte no comercial, lo poco difundido y una clara apología de la música virtuosa frente a otras publicaciones con claras referencias comerciales y cuyas promociones eran hacia los artistas plásticos del momento. De la época que les estoy hablando, sus entonces colaboradores eran: Jairo Calixto Albarrán, Verónica M. Bustamante, el maestro José Agustín, Armando Vega Gil, El Mastuerzo, ay cómo se llama éste wey de "Monocordio"... bueno, ese, Patricia Peñaloza -antes de meterse a licuar canciones en "Las licuadoras de Morquecho"-, Fedro Carlos Guillén, el genial Eusebio Ruvalcaba, entre varios más, amén de su Dictad...perdón, director, Hugo García Michel. No, y ellos lo aclaraban puntualmente, ahí nuncamente colaboró Monsiváis, para qué les voy a mentir.
Su contenido era, digámoslo en términos amistosos, algo "ecléctico" pues si bien en su pensamiento y fuero interno se consideraban una pasquín musical, en La Mosca había cabida para todo. Y digo todo porque se habló de política, literatura, cine y artes varios. Eso sí, de repente sus diseñadores gráficos desquitaban su sueldo miserable mediante el destrozamiento masivo de retinas, pues tenían unas ilustraciones del carajo y ni qué decir de sus tintas blancas totalmente ilegibles en el más picudo artículo de la revista. Chale.
Escencialmente, la reva tuvo ondita en los primeros años de su cochino existir, pues prácticamente sus enfoques eran hacia el arte no comercial, lo poco difundido y una clara apología de la música virtuosa frente a otras publicaciones con claras referencias comerciales y cuyas promociones eran hacia los artistas plásticos del momento. De la época que les estoy hablando, sus entonces colaboradores eran: Jairo Calixto Albarrán, Verónica M. Bustamante, el maestro José Agustín, Armando Vega Gil, El Mastuerzo, ay cómo se llama éste wey de "Monocordio"... bueno, ese, Patricia Peñaloza -antes de meterse a licuar canciones en "Las licuadoras de Morquecho"-, Fedro Carlos Guillén, el genial Eusebio Ruvalcaba, entre varios más, amén de su Dictad...perdón, director, Hugo García Michel. No, y ellos lo aclaraban puntualmente, ahí nuncamente colaboró Monsiváis, para qué les voy a mentir.
En éstos días, difícilmente se congrega tal cantidad de verdaderos intelectuales, por el puro amor al arte (No, Letras Libres no cuenta y háganle como quieran).
Para mi leerla era un verdadero placer porque además de instruirme en materia musical -los reportajes que iban desde Charly Montana hasta la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México eran épicos- también me proporcionaban "solaz y esparcimiento" (Jairo Calixto Albarran dixit) con sus finos toques de ironía que sólo una libertad de pensamiento crítico puede proporcionar. O al menos eso era lo que yo pensaba.
De repente La Mosca perdió su encanto sobre mi y en verdad lo lamenté. Como cuando te descubren que los reyes magos no existen, o algo parecido. Se que debí abandonar el barco cuando en cada número se hacía promoción al libro "Matar por Ángela", el cual fue escrito por el ya mencionado director Hugo García Michel y cuya trama (¡porque lo leí! ya saben, para "informarse antes de criticar") va nadando de muertito pues es autobiográfica pero escrito de tal manera para que nadie lo note, pero no muy ambiguo para que las pedradas le lleguen a su destinatario, pero con la mano escondida para que no se vea de dónde proviene el piedrazo... o sea, hueva total. Digo, ya se sabe que los escritores siempre son los protagonistas de sus propias historias pero de eso a que lleven hasta su nombre -conservado pretenciosamente en las iniciales de Humberto Gazca- es francamente vomitivo.
Pero no, pese a ello, gustosamente le seguía regalando mis veinte varos mensuales y a cambio, La mosca me iba mostrando una cara desconocida y ella era peor que la de la Llorona, manitos. Era su faz harrrrto comercial y complaciente. No hacia la industria musical, pues hasta eso siguieron promoviendo grupos que la revista "Eres" no dudaría en rechazar, sino hacia ellos mismos. Unos homenajes y pleitesías que se rendían, empezando por la cabeza y terminando con los de la cola.
El colmo fue cuando la revista les empezó a valer madres y privilegiaron sus chambas como columnistas de "Milenio".
Sí amiguitos, se vendieron al más puro estilo HermanHessiano en "Bajo la Rueda" y creánme, estaban orgullosísimos de ello.
Nuestra ruptura no fue nada pacífica. O sea, como en las malas relaciones: yo estaba dispuesta a llegar hasta el final, en el punto donde los trancazos ya no dejan moretones, sino que te arrancan el alma de un tirón; pero La Moscosa no estaba dispuesta a dejarme ir así como así. El tiro de gracia me lo dieron cuando en portada apareció Café Tacvba y... no les tengo que decir más. Inmediátamente compré el número, sin pensarlo/sin dudarlo y cuando me fuí diréctamente al artículo de portada, mi corazón se rompió sin anestesia al percatarme que esa misma entrevista ya la había leído hacía cosa de semanas en la revista "Milenio Semanal". ¿Equivocación?, ¿Coincidencia?
Yo lo llamo cinismo vil.
Me decepcioné de Verónica Maza Bustamante, de La Mosca, del director.
Y cuando mandé un mail pidiéndo una explicación, ésta fue la de siempre: no tenía importancia, cada reportero era libre de vender su artículo a quien quisiera.
Pero ¿y entonces dónde quedaba el respeto al lector, al consumidor? Mínimo que me devolvieran los veinte varos, ¿no?
Nada, silencio absoluto.
Así fue como dolorosamente le dije adiós a oooootra étapa de mi vida.
Eso sí, aún no me decido a deshacerme de mi colección de revistas pues, como en ésta ocasión, quien quita y en una de esas hasta me salva la vida.
(ay no, preferible que se me pudran las entrañas a tener que deberles la vida a esa panda milenaria)
(ay no, preferible que se me pudran las entrañas a tener que deberles la vida a esa panda milenaria)
(Se veeeeeeeeeendeeeen números atrasaaaaaaaaaaaaados de La Mooooscaaaaa... llevela, llévelaaaaa...)