"Antiguos espíritus del mal... transformen este cuerpo decadente en Mum-Rha, el inmortaaaaal..."
Tengo una idea vaga de lo que pasó un mes atrás no porque haya
perdido la consciencia, sino porque cambié sin darme cuenta.
Digamos que todo se acomoda cuando la columna se desacomoda.
Me lastimé la L2 derecha al día siguiente del que mi mamá regresó de
Alemania y a la semana de éste, mi cuerpo se descompensó: enfermé de riñones, estómago,
colon, presión baja y ¿por qué no?, también se presentó mi periodo, comprometiendo
el dolor interno con el de la parte lumbar. Yo sé que cada caso es diferente,
pero, les juro que yo moría de dolor y miedo por lo que pudo suceder.
Y eso cambió muchas creencias en mí.
Por primera vez en mucho tiempo, vi a mi cuerpo realmente enfermo.
El tomar consciencia de la responsabilidad que tengo conmigo misma
fue el primer trancazo, pues, aunque mi mamá me ha cuidado y apoyado con mucho
del trabajo de casa, con todo y que estuvo a la vuelta para aplicarme las inyecciones, solo yo
me tuve para llevarme y regresarme del hospital, tomar la medicina, seguir
atendiendo a mis hijos, llevar a Alo a la escuela y asistir a la oficina con
mucho ahínco pues la restauranteada nunca acaba. Y aunque estoy consciente del hecho de ser
responsable de mí como un ejercicio permanente, ello no exime a las personas que se
dijeron “cercanas” a mí y que soltaron los remos para dejar pasar la situación. No me engañé:
el miedo a la soledad, al abandono, a la flojera de verte a ti misma como eres,
sin adornos y sin la voz envenenada de quien te dice que eres maravillosa, para
luego decirte -sin palabras- que tu brillo estorba y que lucirías mejor en el
suelo, es lo que te ata a esos compromisos huecos, superficiaes y dañinos,
pero, la necesidad te pone frente a frente con la verdad y todo cae por su
propio peso.
No pasa nada. Fue lo mejor que me pudo suceder: saberme fuerte
emocionalmente cuando el cuerpo en el que habito comienza su decadencia es el
mejor aliciente para aferrarme a la vida, mi maravillosa vida.
La vida que tengo para compartir libremente con mis ratitas malcriadas,
seguir siendo su lugar seguro, su refugio, su persona favorita. La vida que en
mí corre para compartirla con mi familia, disfrutar a mis papás, cuidarlos y
agradecerles por darme la existencia.; con Kary y sus hermosos detalles de
cuidados y mimos; el tiempo presente para llenarla de música, arte, pasión,
risas, té de hibiscus, mimos de gato, libros indecentes, libros libres, libros
persona…
Pienso que tengo mucha suerte porque he vuelto a tomar
consciencia de mi lugar en el mundo, de mi importancia, mi aporte, mi brío. La
gente que me rodea en amor es el espejo que me indica lo que he dado y lo que
valgo. Sin pretensión, sin soberbia, “únicamente lo que marca el taxímetro”,
como decía (o dice) ese otro regio que tanto sigo queriendo y agradeciendo por
todo lo que me enseñó.
Y bueeeeeno… el cuerpo no iba a estar para siempre enfermo, débil
ni decadente, ¿cierto?... Justo ahora estoy sintiendo un dolorcito rico que me está indicando que
nada (pero NADA) debe dejarse descuidado por tanto tiempo.
¿Qué les digo? Terminaré de aprender a cuidarme…
Y de vez en cuando, a dejarme
cuidar.
*Guiño, guiño.