No sé que lugares visité ni cuántas cosas fallé; se que me perdí en un camino que parecía tranquilo y que me hizo conocer la ruta del peregrino en vez de la panorámica. Así es la vida, dicen.
Y entonces el guiñapo en el que quedó reducida mi existencia se preguntaba por qué las cosas tenían que ser así, por qué dolía tanto. ¿Dónde se hizo el corte? ¿dónde estaba la herida que no admitía sutura y que sangraba y sangraba sin explicación alguna?
Para el "experto" no había nada, no hubo nada. No hubo evento traumático, no hubo un vínculo, no hubo nada. ¿Qué me dolía entonces?, ¿por qué aún se me humedecen los ojos cuando lo cuento?
La vida que he tenido me ha llevado a tener a veces reflectores encima, expectativas e ideas preconcebidas de mi ser. Desde niña se pusieron esperanzas en mis neuronas (faltas de neurotransmisores, por cierto), en mi físico (larguirucha, dientes de conejo, sonrisa imposible), en mi futuro (incierto; amor condicionado al éxito académico, laboral y marital). No había espacio para el fracaso, había demasiada atención al detalle, imposible escapar al rincón para respirar y decir "no soy tan maravillosa, no soy tan..." y asimilarlo, disfrutar la mediocridad.
Entonces, al crecer y pasar por todas las aventuras aquí narradas, donde se ha sufrido pero se ha gozado, pues nada me preparó para enfrentar el rechazo narcisista. Ni las canciones de amor, ni las películas ni mis experiencias previas. La vida que yo había cursado no traía esa materia. El rechazo narcisista es un puerto donde no quieres estar porque anula tu persona completamente. Porque por más que te recuerden a) tus cualidades, b) tus talentos, c) tus obligaciones, no hay en tu sentir la seguridad ni la certeza de que eso sea cierto. Por eso es tan fulminante, porque te hace dudar de tu propia existencia, te pone de frente al fracaso potencial que ha sido tu vida porque seguramente es por esos datos que se te ha dicho que no. Y no es así.
En esta historia, la falta de experiencia con el rechazo y con la violencia de comportamiento me tiraron la facha. Creo que ni en mis peores momentos con mis peores enemigos viví una nulidad de personalidad, una falta de reconocimiento a mis sentimientos, a mis acciones, a mis creencias. Que te anulen es un golpe bajísimo a la autoestima, que te digan que no eres nada y pasaste de noche en la vida de una persona a la que le entregaste gran parte de tu corazón es devastador.
Entiendo que esto es un juego de dos, que lo que yo estoy contando puede tener una explicación o una versión diferente. El caso es que esta es mi manera de sacar ese dolor que hizo metástasis en mi corazón y que durante mucho tiempo pensé que la única manera de depurarlo era arrancándomelo. En otros momentos yo sentía que ya no lo tenía más conmigo porque me sentía medio muerta, me sentía sin chiste y sin amor por la vida. Y me duele mucho reconocerlo porque a las mamás no se nos permite 1.- separarse del padre de sus hijos, 2.- enamorarse de nuevo, 3.- fallar. Y por ende, el tener el corazón roto, nulas ganas de vivir, ganas de llorar, de desaparecer de éste mundo eran cosas que iban a marcar de manera profunda y horrible a los niños que viven en mi casa. Por ello es doblemente agotador vivir un evento traumático y pretender que no pasa nada.
Pasaron días donde no quise abrir las cortinas, donde mi estado de ánimo me predispuso al COVID por segunda vez, donde quise cerrar los ojos y caer en un sueño super profundo. Fue muy oscura esta etapa y agradezco tanto a quienes se quedaron conmigo escuchandome decir el mismo drama una y otra vez (Tuíterland, Kry, mis ardillas).
Y fue con mucha humildad que comencé a tomar fuerzas para asomarme con esta verdad, con éste dolor que comienza a cicatrizar. Me da mucho orgullo sentir de nuevo la vida circulando por mis venas, me siento tranquila al descubrir que Daniel Boaventura fue curando mi sensualidad maltrecha a través de sus interpretaciones llenas de energía -jeje-, agradezco que el trabajo salió a pesar de todo y que las ardillas que viven en mi casa no lo hayan resentido tanto.
Pudieron pasar muchas cosas: pude tomar un avión y lanzarme a rogar un "no te vayas", pude haber comprometido mi salud al decantarme por la bebida y cruzar mis maltrechos cables por el Rivo y la Parox, pude haberme abierto las venas en un momento muy bajo e insoportable, pude haber salido de noche a buscar autoaceptación y terminar muy mal.
Nada de eso... esta mujer que está escribiendo esto es más fuerte de lo que ella misma ha creído y por fin puede decir que el capitulo está por cerrarse.
El doctor dice que estoy sanando y que ya puedo comer carne porque no soy una piraña que amó en cuaresma.
Ya no más amar en cuaresma. Ya no más amar fuera de mi.