Los humanos llevamos al extremo de lo peor la capacidad de sentir y pensar, pero quiero parar con esta tendencia que no va a llenar la veta que existe en mi de momento, AL CONTRARIO, la terminará agrandando y profundizando aún más y ello no es hacerle el honor a la experiencia como es debido.
Gracias...
Gracias por cada minuto que escuché tu voz dándome instrucciones precisas de vida y de paz. Por enfrentar conmigo los momentos más difíciles y desafiantes que me tocaron vivir en este par de meses.
Gracias por ponerte la camiseta de mi equipo, por sacarme de la banca y meterme al juego cuando nadie más quiso invitarme a su reta; por compartir esa estrella y dejar que me ilusionara con tu triunfo.
Gracias por esas madrugadas, por tantas risas y palabras oscuras y claras que intercambiamos.
Gracias por la ilusión. Por los últimos días de diciembre, por los últimos momentos donde sentí que eramos dos.
Nunca es suficiente para mi, no acabé llena de ti. Pero gracias.
Este bloque de mi vida se queda en mi corazón y me duele mucho que no pueda ser...
La sal cubre mis ojos, me duele... me duele un montón.
Con el oro de los recuerdos más increíblemente hermosos comenzaré a reparar esta grieta...
Kintsukuroi.