Si hubiera hecho todo lo que se me indicó desde el día uno de mi nacimiento, desoyendo a mi voz interior y cerrando la ventana de la percepción, tal vez me hubiera ahorrado muchos momentos vergonzosos y el episodio donde me subí al escenario en una fiesta ajena para que Cepillín me cantara el "Happy birthday" (y donde todo mundo me abucheó), nunca hubiera sucedido.
Si hubiera sabido manejar esa voz interior y mantener abierta "manque" fuera con un palo a la ventana de la percepción, seguramente estaría terminando un posgrado en Georgetown University y Mateo y Alondra no serían "Mateo y Alondra", sino Mathew & Lark, respectivamente.
Pero como ha sido la inercia la que ha regido mi vida, heme aquí tecleando como si no hubiera un mañana porque... ejem, tal vez no lo haya.
Había estado pasando por un periodo muy triste, muy incomprensible para mi; viviendo duelo tras duelo y tratando de seguir adelante con la vida, tomada de la mano de mis hijos y pidiendo al cielo que le permitiera a mi cabeza un poco de calma y silencio ante la serie de pensamientos obsesivos que llegan cuando estás superando una ruptura amorosa. Tal es así que un día de hace no poco tiempo, mientras escuchaba el disco "Sound of a Woman" de Kiesza, me recargué en un rincón de mi minúsculo apartamento y comencé a llorar.
Lloré muchísimo y no podía identificar la causa del llanto. ¿Lloraba porque aún me dolía la injusticia con la que terminó la relación?, ¿lloraba por las pérdidas familiares recientes?, ¿por la situación en general?.
Y de repente me llegó la certeza de que era un llanto de iluminación. Lloraba y en mi corazón sentí esperanza, un renacer ante mis nuevos objetivos y sobre todo, un llanto de temor ante Dios por el futuro de mis hijos. En ese rincón, en ese momento yo le pedí a Dios que no me dejara morir pronto, porque no podía hacerle eso a mis hijos.
No sabía que mi cuerpo ya estaba conociendo a su nuevo huésped: El Covid.
Al día siguiente comencé a sentir malestar de gripa y lo atribuí a que el fin de semana nos habíamos zampado un cargamento de "paletas, paletitas de a peso" y la temperatura en la ciudad de México se había descolocado bastante. Le mandé mensaje a mi jefiux de que tenía un poco de temperatura, que ojalá el poli no me fuera a regresar al día siguiente porque pinche uber sale bien caro y porque sueldo al 60% (y para ver si me decía "quédate en casa, Danis bebé, no te arriesgues").
Llegó el día siguiente, vi a los super RH haciéndose pruebas y formé mi ficha únicamente para ganarle una torta de chilaquiles de la Condesa al contador Solares, ya que estaba segura que no tenía nada...
Cuando di positivo sí sentí que el mundo se detuvo para mi. Me sentí el "Impostor" de la Nave al que han expulsado mediante votación, volando a través del espacio sin rumbo ni dirección.
Sí pensé en el muy egoísta "¿por qué a mi, si me he cuidado tanto, si he sufrido tanto?".
Sí me enojé con Dios, con la vida, con la gente que me hubo lastimado.
Me enojé conmigo misma.
Llegué a casa, Alondra salió a recibirme con la misma alegría que yo sentía cuando mi papá llegaba temprano a casa. Y le pedí que no se me acercara... (solo de escribirlo, me siento quebrar de nuevo). Su carita, sus lagrimitas, su mirada de incomprensión... ver a la cara a mi papá como si hubiera yo matado a alguien, sabiendo que si lo había contagiado lo estaría exponiendo a lo más peligroso y mortal por su hipertensión, por su edad, por su condición fue completamente devastador para mi. ¿Por qué ese día no podía ser como todos los demás?.
¿Por qué yo, Dios?, ¿Qué va a ser de mis hijos y mis papás?.
Los primeros días fueron de verdadero tormento; lo anímico aniquiló cualquier dolor., estar lejos de mis ratitas ha sido lo más duro que he experimentado jamás.
O sea, cualquier otro azote previo se ha quedado corto con el dolor de no poder tocar esa piel aterciopelada de las mejillas de Mateo, ni aspirar el olorcito a quesito rico del cuello de Alito; todos los momentos donde me quejé de cansancio, aburrimiento, falta de motivación para jugar 5 minutos más, leer el 3° cuento de la noche, prepara esos hot cakes que ya no te salen de tan soso que encuentras hacerlos, se agolparon ante mi y se rieron de mi. Ese silencio en mi casa, esa soledad no era normal. Pero pide y se te dará... Y se me dió: Alito está convaleciendo conmigo, porque ella también dió positivo, ¡Zork!
Cuando le abrí la puerta, me abrazó y me dijo "¡qué bueno que di positivo, así te puedo abrazar, besar, morder y estar contigo todo el tiempo!".
Suspiro...
Hace tiempo pedí un amor incondicional sin saber que todo en mi vida ha sido estar rodeada de amor, unos incondicionales y otros que aún me tienen en terapia y chochos, pero amor al fin y al cabo.
Cuando por fin pude descongestionar mis sentimientos, pude darme cuenta de mi lugar en este mundo como madre, como hija, como hermana, como amiga, como ex compañera, como la mujer loca que se ríe sola y escribe dislates como terapia.
No elegí tener covid, no elegí contagiar a mi familia, no elegí la situación en la que me encuentro ahorita, pero sí elijo quien quiero ser en estos momentos: una mujer agradecida con lo que ha vivido, lo que ha aprendido y lo que se le ha presentado en un momento de crisis.
Porque, en términos orientales, la crisis es sinónimo de oportunidad.
Siempre hay una oportunidad....