En estos momentos mi casa está silenciosa,
la tengo solo para mi y dejo ir la mente por recuerdos y pensamientos que
intentan trascender a mi plano consciente, pero 17 tazas de café les ponen muy
ruda la cosa y finalmente se rinden, desdeñosos. Saben que en cuanto ponga la
cabeza en la almohada aparecerán mágicamente y danzarán durante toda la noche,
haciendo más oscuras mis ojeras y menos claras mis ideas innovadoras que debo presentar
mañana: poner las hojas recicladas de manera horizontal, armar turnos para
llevarse la mascota del corporativo a casa el fin de semana, proponer tener una
mascota en el corporativo para llevársela a casa el fin de semana… ¡innovadoras,
pues!
Pero hoy estoy tranquila, estoy
serena… estoy feliz de haber recibido un cumplido por parte de muyimportantedirectordefinanzas
(“…¡Y luego Dana se le fue al pescuezo
con la cuestión del Programa de Protección Civil y no lo dejó terminar!”),
estoy contenta de tener un día en calma, sin amenazas de clausura y/o despido;
donde llegué a mimar a mis ratas bebés, a sobarles sus raspones, a escuchar del
gran terremoto que barrerá con toda la civilización y sucederá en las costas de
Guerrero (alguien sigue haciendo catarsis con el tema y/o está viendo demasiado
“De Toxo Moroxo”), a ponerles mantitas en el suelo y revolcarnos entre sus
peluches, escuchar canciones donde los pollos usan paraguas para no mojar sus
alitas y entender que la vida es el aquí y ahora y no promesas de momentos que
no van a existir.
Cambio el café por una copa de
vino, esto se está poniendo denso…
Cumplir años para una gran
mayoría es cumplir metas y de donde yo vengo, es una gran presión esa cuestión.
No está padre comparar tus logros
con los de los demás porque un séptimo lugar en el concurso de Spelling Bee no
es lo mismo que el primero. No siempre dura el maquillaje y la sonrisa de “hago
lo que puedo, con lo mejor que tengo de mi” a veces no es suficiente para
explicar a un púber el por qué los papás de sus amiguitos sí viven juntos (él
la engaña, ella come pastel frente a su refri mientras postea en Facebook MIIIIIIIIL
frases pendejas) o por qué a ellos sí se los van a llevar a Disney. (era tan
fácil cuando podías subsanar tus carencias maternales con idas a la Feria del
Libro o una tarde de guerritas con globos de agua, cuando toda su carita
gritaba “¡eres lo máximo!”), ni alcanza para hacerle entender a Papita que su
mami no puede llevarla a la escuela en pants y pantuflas “como la mamá de
Miranda” *Mirada de reproche.
Y una se tiene que levantar de
esos madrazos, ¿saben?
Seguir adelante, con la cabeza
súper en alto, caminando en los mejores tacones que se tienen y manteniendo la
actitud de Belindaganandocomosiempre porque no te puedes dar el lujo de pensar
que tu vida es como una película, bajar los párpados, dejar rodar las lágrimas
y pensar que alguien vendrá a recoger los pedazos que quedan de ti para
armarlos pacientemente. *Spoiler Alert: nadie vendrá, pero eso ya lo sabías.
La película de mi vida es esa
donde la protagonista se muda con sus hijitos a una buhardilla arriba de la
casa de sus papás, que duerme muy tarde y despierta muy temprano, que malabarea
sus pocas habilidades culinarias para dejar listos cuatro menús diarios,
uniformes, súper medio sano, colegiaturas al día, disfraces de perrito y que se
la vive corriendo, contestando mil y un llamadas y mensajes excepto el que ella
espera, con 16 libros nuevos sin leer, pintando maquetas de violines, globos
terráqueos, inventando recetas de cocina con camarones, manejando histérica por
el segundo piso, llegando tarde a todos lados, incluso a la felicidad godinezca
de partir el pastel de Chelita de Contabilidad, recibiendo regaños de la Alta
Dirección, retorciéndose los dedos de nervios por lograr sus objetivos,
sufriendo estreñimiento físico, mental y emocional ante la avalancha de
peticiones que no logra satisfacer al 100%, incluídas –of course- las propias.
Pero también es la película donde
mi bendito déficit de atención me juega a favor y olvido rápido ofensas,
descuidos, regaños, sinsabores, decepciones y amarguras y vuelvo por más
diamantina para seguir brillando, jajaja.
Es la película donde mi abuela
Ofe de ochenta y tantos años me hace una comida por mi cumpleaños y van mis
papás, mis tíos y vuelvo a esos momentos tan especiales de mi infancia. Donde
mi hermano me sigue bromeando como cuando éramos jóvenes y solteros, a pesar de
encontrarse a un océano de distancia. Es la película donde mis amigos y
personas que quiero tener cerca me arropan, me llaman, me dicen “qué chido que
el día que tú naciste, nacieron todas las flores”… jajaja, not.
Mi película no es una chick
flick, evidentemente… sospecho que es una mezcla de cine sueco y “El Indio”
Fernández y eso está bien. Aprender a vivir con mis rarezas, aceptar mis
limitantes y amarme con todo mi costal de temores y sinsabores me hacen ser la
partícula revoltosa que terminó inconsciente de vodka, canciones rancheras y
muuuuchas risas el viernes pasado.
Al final, la felicidad, la
alegría, el placer, lo prohibido, lo dulce y lo salado están ahí y todo se vale
para nutrir este enorme mounstro grandioso que es uno.
Eso y ponerse tacones bien altos
para presumirlo.