Todo comenzó con el cabello, ¿saben?
En "Divorcio a la francesa", el personaje de Kate Hudson llega a París para ayudar a su hermana mayor, quien se encuentra embarazada y superando la crisis de un divorcio y allí conoce a Hombre Maduro, quien es francés, casado... y que -cosas más, cosas menos- le enseña a descubrir su sensualidad, a pensar en ropa interior diminuta y proyectar su "sex appeal". Luego entonces va a la peluquería y voilá!... corte nuevo que simboliza cambio y libertad.
En "Sabrina", la ingenua hija del chofer de casa rica viaja a Paris (¿no estaré equivocando el enfoque? tal vez sea la geografía y no la estética la que da ese twist) a tratar de olvidar su persistente amor por el hijo menor de "La patrona" y a encontrarse a sí misma. Al terminar su estadía parisina, vuelve a casa -de la patrona- y se reencuentra con el hijo -de la patrona- y éste la mira con otros ojo, adivinen por qué...sip, trae un corte de pelo y está irreconocible...oh lalá!
Ya se que esto va en contra del feminismo y de la dignidad pero... a veces cuando una mujer dice "ES SUFICIENTE", corre a sentar un precedente en su propia historia cortándose -o arreglándose- el cabello.
Es un símbolo de liberación de aquello que nos hacía sentir contenidas, o avergonzadas o tal vez incómodas.
Y bueno, desde hace cosa de dos años comencé a cortarme el cabello...
La primera, por coraje.
La segunda, por capricho.
La tercera, por placer.
La primera, por coraje.
La segunda, por capricho.
La tercera, por placer.
Fue una especie de rebeldía contra todo lo que me ocurría en la vida. Todo lo pésimo, negro, podrido y nefasto que me estaba sucediendo en esos momentos.
No vi la luz, queridos menos cinco cegatones lectores de siempre. Estuve muy hundida en el pantano de la desolación y mi cabello era lo que me daba fuerza para seguir adelante.
El negarme a dejarlo crecer se volvió una obsesión: querer regresar al antiguo luk de pelito largo, niña buena, ama de casa perfecta, madre abnegada era como aceptar que las cosas "pasan por algo" y sí, sí pasan por algo...por pendeja, por ejemplo.
Así que entablé una larga batalla contra la abundancia capilar y me reí del mundo viéndolo arder desde arriba.
Hace diez meses me sucedió algo verdaderamente doloroso.
Algo que de verdad cimbró mi vida y le dio un giro de 180°. Algo que cambió para siempre mi interior, mi ingenuidad y mi vulnerabilidad: se me cayó la uña del dedo gordo del pie derecho.
Obvio no, obvio si.
Fue un dolor... puta, no pueden imaginarlo.
Lloré tres días y después me pinté los labios de rojo, le puse agua oxigenada y me tomé cuatro antibióticos de un jalón porque soy muy macha y también muy estúpida para las cantidades: o es todo o es nada.
Fui a terapia de nuevo porque... ese dedo debía recuperar su movilidad, ¿no?
Perdoné. Me perdoné por haber sido tan pero TAN ingenua por pensar que yo JAMÁS me lastimaría de esa manera.
Me volví a cortar el pelo...
Cuando un dolor tan fuerte sacude tu ser de tal manera, piensas que nada volverá a tener lugar en tu universo; lo sensato es respirar... tener calma. Aguantar esa punzada en el estómago que se va convirtiendo en un vacío, en un sinsentido... en un ¿por qué a mi?
Se trata de limpiar la herida todos los días para no infectarla con agentes externos; tener paciencia para soportar el dolor cuando alguien te pregunta "¿qué te pasó?" y revivir ese momento cuando la uña va cayendo lentamente de tu pie al suelo, dejando la carne expuesta y sangrante.
Es un dolor estúpido porque al final del día lo pudiste haber evitado si tus sentidos se encontraran siempre alerta (en balde fuíste scout, chingao!) y tus impulsos controlados, pero ni modos, algún día debía sucederme algo así para seguir creciendo y madurar. Sí, como las guayabas.
Y al final final... la uña volvió a crecer. Y ahora vive feliz de la vida, nueva, fresca, rozagante. Más sabia y más inteligente que antes, tal vez igual de idiota porque (aún) debe vivir sobre el dedo del pie derecho que es muy torpe y lerdo para golpear...
¿El último corte de pelo para celebrar? ¡Órale..pero esta vez, nos lo pintamos de güero...!
Es un dolor estúpido porque al final del día lo pudiste haber evitado si tus sentidos se encontraran siempre alerta (en balde fuíste scout, chingao!) y tus impulsos controlados, pero ni modos, algún día debía sucederme algo así para seguir creciendo y madurar. Sí, como las guayabas.
Y al final final... la uña volvió a crecer. Y ahora vive feliz de la vida, nueva, fresca, rozagante. Más sabia y más inteligente que antes, tal vez igual de idiota porque (aún) debe vivir sobre el dedo del pie derecho que es muy torpe y lerdo para golpear...
¿El último corte de pelo para celebrar? ¡Órale..pero esta vez, nos lo pintamos de güero...!
He encontrado paz con mi pelo.
Me siento -¡y me veo!- increíblemente mejor.
Algo creció en mi (y no sólo fue la uña del dedo)...
FiN