El día de ayer cumplí la fabulosa edad de 33 y, como dice mi abuela Ofe, "...entré a 34".
Ha sido un año en el que -pueden apostarlo- me he dado los madrazos más duros en mi estúltica existencia, pero Pero PERO (¿qué sería de esta vida sin los "peros"?) me los merecía.
Y como una no es de palo, lo menos que se puede hacer es sobarse, sacudirse las pompas y mirar a todos lados para ver quién carajos se dio cuenta.
Y así me encontraron estos años... por más que me les escondí.
Pero esta vez no es para tirarse al drama, al contrario. Si abres la panorámica sabrás que soy una persona común y corriente, rodeada de gente nada común ni corriente (bue...dejémoslo así) y que lo único que pide es vivir y dejar vivir.
La situación está del cocol, pero yo quisiera aportar mi grano de arena en vuestras conciencias y, si es posible, hacerlos pasar un momento agradable para después soltarles mi discurso político...
Resulta que cuando cumplí 23 años, "Las Mañanitas" me sorprendieron en un camión foráneo, el cual enfilaba el camino hacia la Huasteca Hidalguense. El por qué me encontraba en ese lugar es simple: estaba enrolada en las brigadas médico-dentales que el Movimiento de los Focolares organiza.
(Si gustan más información, puchen www.focolaremex.org)
Y bueno, acompañada de Pollo y Elena, y con la lluvia proyectándose duramente sobre las ventanas, le di la bienvenida a dicha edad.
Al llegar a la comunidad de Santa Cruz, la gente ya nos estaba esperando. Rápidamente nos dirigimos hacia la escuela rural, pues ahí se montaría el comedor, la unidad dental y los consultorios médicos. Como la panza es primero, disfrutamos de un delicioso pedazo de zacahuil, especie de ¡tamalón! de pollo con salsa de jitomate, acompañado de café caliente de la región.
Señores, se que el ritmo de la vida es imparable, pero si ustedes en algún momento zen pueden imaginar un paisaje verde, con mariposas celestes transparentemente aladas y un aroma a naturaleza en estado puro, sabrán que vale la pena detenerse un momento para contemplar por instantes (pues la belleza es inasible) lo que uno simplemente es incapaz de concebir.
Así de extasiados nos encontrábamos, mientras desparasitábamos niños y llenábamos encuestas, mientras escuchábamos en una mezcla de náhuatl y español lo que la gente quería venir a decir, a pedir, a solicitar.
Y no sólo eso, también lo que estaban dispuestos a ofrecer y a aportar, con sus sonrisas de maíz tierno y la música de un idioma que nos hemos empeñado en borrar.
Las horas pasaron volando y fue necesario dar reposo al cuerpo. Esta vez, Elena y yo corrimos con suerte de que una familia nos adoptara y evitamos la dureza de las bancas de la iglesia. Son estas bendiciones y regalos lo que le dan sentido a cumplir años...
Al día siguiente, la lluvia dio paso al día soleado, los niños se acercaron curiosos a ver caras nuevas, amables o serias, a probar los "menjurjes" de la cocina; dulce, seco o salado, no importa si la compartímos juntos.
Como todo, llega la hora de partir y esa vez, la última que conviví con los niños de esa comunidad, sentí la necesidad de que todos conocieran esa realidad que se desparramaba llena de vida y de oportunidad de ayudar y por ello, les comparto esta experiencia. No para que digan "ay qué bonito", más bien para hacerles de su conocimiento que probablemente esta y otras comunidades se encuentran hoy más que nunca, en un estado de extrema necesidad.
Queridos menos cinco filantrópicos lectores de siempre: DONEN LO QUE PUEDAN, pues es innegable que en estos momentos en los que yo escribo esto y ustedes lo leen, alguien los está necesitando. Para que los miren, para que los consideren o siquiera les dediquen un pensamiento.
Por favor, queridos. DONEN y sientan cómo mágicamente sus endorfinas se ponen a trabajar.
Es por ellos y por todos nosotros. No olvidemos que todos somos uno.
Gracias por sus felicitaciones, son un público excelente. ¡Qué vengan los 34!
Ha sido un año en el que -pueden apostarlo- me he dado los madrazos más duros en mi estúltica existencia, pero Pero PERO (¿qué sería de esta vida sin los "peros"?) me los merecía.
Y como una no es de palo, lo menos que se puede hacer es sobarse, sacudirse las pompas y mirar a todos lados para ver quién carajos se dio cuenta.
Y así me encontraron estos años... por más que me les escondí.
Pero esta vez no es para tirarse al drama, al contrario. Si abres la panorámica sabrás que soy una persona común y corriente, rodeada de gente nada común ni corriente (bue...dejémoslo así) y que lo único que pide es vivir y dejar vivir.
La situación está del cocol, pero yo quisiera aportar mi grano de arena en vuestras conciencias y, si es posible, hacerlos pasar un momento agradable para después soltarles mi discurso político...
Resulta que cuando cumplí 23 años, "Las Mañanitas" me sorprendieron en un camión foráneo, el cual enfilaba el camino hacia la Huasteca Hidalguense. El por qué me encontraba en ese lugar es simple: estaba enrolada en las brigadas médico-dentales que el Movimiento de los Focolares organiza.
(Si gustan más información, puchen www.focolaremex.org)
Y bueno, acompañada de Pollo y Elena, y con la lluvia proyectándose duramente sobre las ventanas, le di la bienvenida a dicha edad.
Al llegar a la comunidad de Santa Cruz, la gente ya nos estaba esperando. Rápidamente nos dirigimos hacia la escuela rural, pues ahí se montaría el comedor, la unidad dental y los consultorios médicos. Como la panza es primero, disfrutamos de un delicioso pedazo de zacahuil, especie de ¡tamalón! de pollo con salsa de jitomate, acompañado de café caliente de la región.
Señores, se que el ritmo de la vida es imparable, pero si ustedes en algún momento zen pueden imaginar un paisaje verde, con mariposas celestes transparentemente aladas y un aroma a naturaleza en estado puro, sabrán que vale la pena detenerse un momento para contemplar por instantes (pues la belleza es inasible) lo que uno simplemente es incapaz de concebir.
Así de extasiados nos encontrábamos, mientras desparasitábamos niños y llenábamos encuestas, mientras escuchábamos en una mezcla de náhuatl y español lo que la gente quería venir a decir, a pedir, a solicitar.
Y no sólo eso, también lo que estaban dispuestos a ofrecer y a aportar, con sus sonrisas de maíz tierno y la música de un idioma que nos hemos empeñado en borrar.
Las horas pasaron volando y fue necesario dar reposo al cuerpo. Esta vez, Elena y yo corrimos con suerte de que una familia nos adoptara y evitamos la dureza de las bancas de la iglesia. Son estas bendiciones y regalos lo que le dan sentido a cumplir años...
Al día siguiente, la lluvia dio paso al día soleado, los niños se acercaron curiosos a ver caras nuevas, amables o serias, a probar los "menjurjes" de la cocina; dulce, seco o salado, no importa si la compartímos juntos.
Como todo, llega la hora de partir y esa vez, la última que conviví con los niños de esa comunidad, sentí la necesidad de que todos conocieran esa realidad que se desparramaba llena de vida y de oportunidad de ayudar y por ello, les comparto esta experiencia. No para que digan "ay qué bonito", más bien para hacerles de su conocimiento que probablemente esta y otras comunidades se encuentran hoy más que nunca, en un estado de extrema necesidad.
Queridos menos cinco filantrópicos lectores de siempre: DONEN LO QUE PUEDAN, pues es innegable que en estos momentos en los que yo escribo esto y ustedes lo leen, alguien los está necesitando. Para que los miren, para que los consideren o siquiera les dediquen un pensamiento.
Por favor, queridos. DONEN y sientan cómo mágicamente sus endorfinas se ponen a trabajar.
Es por ellos y por todos nosotros. No olvidemos que todos somos uno.
Gracias por sus felicitaciones, son un público excelente. ¡Qué vengan los 34!