Chequen, manitos, les voy a contar algo bien acá, bien netas. Haré de cuenta como si ustedes no estuvieran aquí, con sus ojos curiosos que nomás están atisbando frases y letras guapachosas y jaraneras de ésta su servidora.
Figúrense que ésta era yo a cierta edad adolescente, ¿no?, y que de repente, se hace latente un sentimiento bien cafre, un sentimiento que despierta de repente como de un ensueño de azúcar y algodón.
Pues bueno, ahora imagínense que el sueño guajiro de amors de su tierna infancia se convierte en realidad en una edad en la que aún andan averiguando si es mejor Gloria Trevi o Lucerdito. En el preciso instante en el que quieres salirte de tu casa porque no respetan tus grandioelocuentes ideas de ser punk o fresa, según el grado de retorcimiento mental que impera en tu cabechita.
¿Qué resulta? Que vas arrastrando esa tara durante el resto de tu juventud y que ya de más mayorcita, francamente quieres tirarte del acantilado más próximo porque esto que llevas en tu corazón no es vida, no es amor correspondido y se ha convertido en LA frustración más grande de tu vida.
Me explico: Tienes 5 años y amas con fascinación a "X", lo idolatras, lo sigues, lo persigues, lo espías, lo esperas, suspiras y sólo quieres que "X" te mire para hacer más tiernos y juguetones tus días.
Pasa el tiempo, vuelves a reencontrarte con "X" a los 13 años y ¡definitivamente tienes reacciones!
Si no lograste superar las etapas infantiles con los sueños que poblaron dicho tiempo, tu adolescencia -y tus hormonas- están ahí para hacerse presentes y contrapuntear tus pensamientos sensatos con los pensamientos infantiles que no han sido superados. Y caes.
Caes en el encanto de "X", en sus brazos, en sus labios y en las promesas que tú solita te estás haciendo, las de amarlo toda la vida, las de aguardarlo y cuidarlo por siempre, la de serle fiel hasta que tu paso por este mundo sea un mero recuerdo.
Para esto, "X" crece, se reproduce, se reproduce, se reproduce... ha llevado su vida como mejor le ha parecido y tú ni figuraste en los créditos ni en los agradecimientos.
Por otro lado, tú continuaste con tu camino, llevando un corazón alterno -el de los experimentos- pero conservando intacto el que "según tú, es el verdadero. El que guarda el recuerdo de amor de "X"..."
Hasta este punto, ¿de qué carambas sirve conservar una momia? Guardar un recuerdo con la esperanza de "algo más en el futuro" es como almacenar bellotas para un invierno tropical.
Pero explíquenle eso a una niña-mujer que no ha renunciado a sus fantasias infantiles y que pretende llevarlas a cabo con la tecnología avanzada de su cuerpo de mujer.
En el caso de que en el posible reencuentro se concrete la transacción, quedan siempre dos posibilidades:
La bonita: que es aquella donde "X" corresponde a tus sentimientos archivados por orden alfabético, asegurándote que él también siente lo mismo, que no piensa volver a dejarte ir y que siempre has sido la mujer de su vida, muacks muacks, acostón, cigarrito post coito y matrimonio ó...
La feíta: que es aquella en donde te pones en la posición vulnerable de "aquí está mi corazón que guardé desde siempre para ti, te lo entrego para que tú sepas que hacer con él" y ¡obvio!... él SÍ sabe que hacer con él. Lo mirará, sonreirá, te encamará y luego te dirá que ya eres un ciclo concluído para él (como si fueras la ropa sucia en la lavadora)
¡Uta, que te trague la tierra, mana!
Sí, caray. Una puede pensar en este punto que se topó con el patán de patanes, que loS hombreS en general no valen la pena (ahí está la prueba de que todos son iguales) y que mejor te dedicas a tejer carpetitas con las Damas de la Vela Perpetua a perpetuidad...
Ó...
AGRADECERLE sinceramente al sujeto en cuestión con todo tu orgullo lastimado, todo tus sueños infantiles curados (porque en serio, no eran otra cosa que deseos no satisfechos de la infancia), toda tu triste realidad (porque fue un escape bonito, al fin y al cabo, de tu rutina diaria) y todo tu maltrecho ser (que ha perdido práctica en esto de las batallas amorosas) por la valiosísima enseñanza que la experiencia te ha dejado.
De que duele, duele. Ni modos que no. Ni modos que los engañe y les diga "ay no, fíjense que fue BIEN bonito despertar y tener que enfrentar la dolorosa verdad".
Pero finalmente -y como siempre pasa en este blog después de contar los infortunios de mi día a día- hay una lección que, de no haberla tomado como venía y con todos los peligros adyacentes, no hubiera tenido material para platicarles el día de hoy...
ah caray, no, así no era...
De no haber vivido esto, les juro que estaría todavía con mis cuadernos de la secundaria, escribiéndo el nombre del fulano y el mío, encerrados en un corazón que, a estas alturas ya ni es de chocolate, ni de cristal ni de dulce.
Se parece más bien al "corazón delator" que Poe describió tan bien...
Un corazón que se ha hecho más fuerte y que por fin, ha sido liberado...
Feliz Viernes.
Figúrense que ésta era yo a cierta edad adolescente, ¿no?, y que de repente, se hace latente un sentimiento bien cafre, un sentimiento que despierta de repente como de un ensueño de azúcar y algodón.
Pues bueno, ahora imagínense que el sueño guajiro de amors de su tierna infancia se convierte en realidad en una edad en la que aún andan averiguando si es mejor Gloria Trevi o Lucerdito. En el preciso instante en el que quieres salirte de tu casa porque no respetan tus grandioelocuentes ideas de ser punk o fresa, según el grado de retorcimiento mental que impera en tu cabechita.
¿Qué resulta? Que vas arrastrando esa tara durante el resto de tu juventud y que ya de más mayorcita, francamente quieres tirarte del acantilado más próximo porque esto que llevas en tu corazón no es vida, no es amor correspondido y se ha convertido en LA frustración más grande de tu vida.
Me explico: Tienes 5 años y amas con fascinación a "X", lo idolatras, lo sigues, lo persigues, lo espías, lo esperas, suspiras y sólo quieres que "X" te mire para hacer más tiernos y juguetones tus días.
Pasa el tiempo, vuelves a reencontrarte con "X" a los 13 años y ¡definitivamente tienes reacciones!
Si no lograste superar las etapas infantiles con los sueños que poblaron dicho tiempo, tu adolescencia -y tus hormonas- están ahí para hacerse presentes y contrapuntear tus pensamientos sensatos con los pensamientos infantiles que no han sido superados. Y caes.
Caes en el encanto de "X", en sus brazos, en sus labios y en las promesas que tú solita te estás haciendo, las de amarlo toda la vida, las de aguardarlo y cuidarlo por siempre, la de serle fiel hasta que tu paso por este mundo sea un mero recuerdo.
Para esto, "X" crece, se reproduce, se reproduce, se reproduce... ha llevado su vida como mejor le ha parecido y tú ni figuraste en los créditos ni en los agradecimientos.
Por otro lado, tú continuaste con tu camino, llevando un corazón alterno -el de los experimentos- pero conservando intacto el que "según tú, es el verdadero. El que guarda el recuerdo de amor de "X"..."
Hasta este punto, ¿de qué carambas sirve conservar una momia? Guardar un recuerdo con la esperanza de "algo más en el futuro" es como almacenar bellotas para un invierno tropical.
Pero explíquenle eso a una niña-mujer que no ha renunciado a sus fantasias infantiles y que pretende llevarlas a cabo con la tecnología avanzada de su cuerpo de mujer.
En el caso de que en el posible reencuentro se concrete la transacción, quedan siempre dos posibilidades:
La bonita: que es aquella donde "X" corresponde a tus sentimientos archivados por orden alfabético, asegurándote que él también siente lo mismo, que no piensa volver a dejarte ir y que siempre has sido la mujer de su vida, muacks muacks, acostón, cigarrito post coito y matrimonio ó...
La feíta: que es aquella en donde te pones en la posición vulnerable de "aquí está mi corazón que guardé desde siempre para ti, te lo entrego para que tú sepas que hacer con él" y ¡obvio!... él SÍ sabe que hacer con él. Lo mirará, sonreirá, te encamará y luego te dirá que ya eres un ciclo concluído para él (como si fueras la ropa sucia en la lavadora)
¡Uta, que te trague la tierra, mana!
Sí, caray. Una puede pensar en este punto que se topó con el patán de patanes, que loS hombreS en general no valen la pena (ahí está la prueba de que todos son iguales) y que mejor te dedicas a tejer carpetitas con las Damas de la Vela Perpetua a perpetuidad...
Ó...
AGRADECERLE sinceramente al sujeto en cuestión con todo tu orgullo lastimado, todo tus sueños infantiles curados (porque en serio, no eran otra cosa que deseos no satisfechos de la infancia), toda tu triste realidad (porque fue un escape bonito, al fin y al cabo, de tu rutina diaria) y todo tu maltrecho ser (que ha perdido práctica en esto de las batallas amorosas) por la valiosísima enseñanza que la experiencia te ha dejado.
De que duele, duele. Ni modos que no. Ni modos que los engañe y les diga "ay no, fíjense que fue BIEN bonito despertar y tener que enfrentar la dolorosa verdad".
Pero finalmente -y como siempre pasa en este blog después de contar los infortunios de mi día a día- hay una lección que, de no haberla tomado como venía y con todos los peligros adyacentes, no hubiera tenido material para platicarles el día de hoy...
ah caray, no, así no era...
De no haber vivido esto, les juro que estaría todavía con mis cuadernos de la secundaria, escribiéndo el nombre del fulano y el mío, encerrados en un corazón que, a estas alturas ya ni es de chocolate, ni de cristal ni de dulce.
Se parece más bien al "corazón delator" que Poe describió tan bien...
Un corazón que se ha hecho más fuerte y que por fin, ha sido liberado...
Feliz Viernes.