viernes, 28 de septiembre de 2012

FREEDOM....FREEEEEDOM...FREEEEEDOM!!!

Chequen, manitos, les voy a contar algo bien acá, bien netas. Haré de cuenta como si ustedes no estuvieran aquí, con sus ojos curiosos que nomás están atisbando frases y letras guapachosas y jaraneras de ésta su servidora.
Figúrense que ésta era yo a cierta edad adolescente, ¿no?, y que de repente, se hace latente un sentimiento bien cafre, un sentimiento que despierta de repente como de un ensueño de azúcar y algodón.
Pues bueno, ahora imagínense que el sueño guajiro de amors de su tierna infancia se convierte en realidad en una edad en la que aún andan averiguando si es mejor Gloria Trevi o Lucerdito. En el preciso instante en el que quieres salirte de tu casa porque no respetan tus grandioelocuentes ideas de ser punk o fresa, según el grado de retorcimiento mental que impera en tu cabechita.
¿Qué resulta? Que vas arrastrando esa tara durante el resto de tu juventud y que ya de más mayorcita, francamente quieres tirarte del acantilado más próximo porque esto que llevas en tu corazón no es vida, no es amor correspondido y se ha convertido en LA frustración más grande de tu vida.
Me explico: Tienes 5 años y amas con fascinación a "X", lo idolatras, lo sigues, lo persigues, lo espías, lo esperas, suspiras y sólo quieres que "X" te mire para hacer más tiernos y juguetones tus días.
Pasa el tiempo, vuelves a reencontrarte con "X" a los 13 años y ¡definitivamente tienes reacciones!
Si no lograste superar las etapas infantiles con los sueños que poblaron dicho tiempo, tu adolescencia -y tus hormonas- están ahí para hacerse presentes y contrapuntear tus pensamientos sensatos con los pensamientos infantiles que no han sido superados. Y caes.
Caes en el encanto de "X", en sus brazos, en sus labios y en las promesas que tú solita te estás haciendo, las de amarlo toda la vida, las de aguardarlo y cuidarlo por siempre, la de serle fiel hasta que tu paso por este mundo sea un mero recuerdo.
Para esto, "X" crece, se reproduce, se reproduce, se reproduce... ha llevado su vida como mejor le ha parecido y tú ni figuraste en los créditos ni en los agradecimientos.
Por otro lado, tú continuaste con tu camino, llevando un corazón alterno -el de los experimentos- pero conservando intacto el que "según tú, es el verdadero. El que guarda el recuerdo de amor de "X"..."
Hasta este punto, ¿de qué carambas sirve conservar una momia? Guardar un recuerdo con la esperanza de "algo más en el futuro" es como almacenar bellotas para un invierno tropical.
Pero explíquenle eso a una niña-mujer que no ha renunciado a sus fantasias infantiles y que pretende llevarlas a cabo con la tecnología avanzada de su cuerpo de mujer.
En el caso de que en el posible reencuentro se concrete la transacción, quedan siempre dos posibilidades:
La bonita: que es aquella donde "X" corresponde a tus sentimientos archivados por orden alfabético, asegurándote que él también siente lo mismo, que no piensa volver a dejarte ir y que siempre has sido la mujer de su vida, muacks muacks, acostón, cigarrito post coito y matrimonio ó...
La feíta: que es aquella en donde te pones en la posición vulnerable de "aquí está mi corazón que guardé desde siempre para ti, te lo entrego para que tú sepas que hacer con él" y ¡obvio!... él SÍ sabe que hacer con él. Lo mirará, sonreirá, te encamará y luego te dirá que ya eres un ciclo concluído para él (como si fueras la ropa sucia en la lavadora)
¡Uta, que te trague la tierra, mana!
Sí, caray. Una puede pensar en este punto que se topó con el patán de patanes, que loS hombreS en general no valen la pena (ahí está la prueba de que todos son iguales) y que mejor te dedicas a tejer carpetitas con las Damas de la Vela Perpetua a perpetuidad...
Ó...
AGRADECERLE sinceramente al sujeto en cuestión con todo tu orgullo lastimado, todo tus sueños infantiles curados (porque en serio, no eran otra cosa que deseos no satisfechos de la infancia), toda tu triste realidad (porque fue un escape bonito, al fin y al cabo, de tu rutina diaria) y todo tu maltrecho ser (que ha perdido práctica en esto de las batallas amorosas) por la valiosísima enseñanza que la experiencia te ha dejado.
De que duele, duele. Ni modos que no. Ni modos que los engañe y les diga "ay no, fíjense que fue BIEN bonito despertar y tener que enfrentar la dolorosa verdad".
Pero finalmente -y como siempre pasa en este blog después de contar los infortunios de mi día a día- hay una lección que, de no haberla tomado como venía y con todos los peligros adyacentes, no hubiera tenido material para platicarles el día de hoy...
ah caray, no, así no era...
De no haber vivido esto, les juro que estaría todavía con mis cuadernos de la secundaria, escribiéndo el nombre del fulano y el mío, encerrados en un corazón que, a estas alturas ya ni es de chocolate, ni de cristal ni de dulce.
Se parece más bien al "corazón delator" que Poe describió tan bien...
Un corazón que se ha hecho más fuerte y que por fin, ha sido liberado...
Feliz Viernes.

sábado, 22 de septiembre de 2012

Pre copeo para un cumpleaños feliz...

Lean, manitos, estoy de vacaciones en los Cancuns, pero como ustedes ya lo hubieron de notar -porque ¡¿cómo no hacerlo!?- el lunes cumplo la fabulosa cantidad de 32 años.
Treinta y dos...
Según mis cuentas, los treinta y dos ya es un edad considerable. Es haber doblado los dulces 16 y con la obligación de haber aprendido todo lo que no se debe hacer, sentir, decir, comer y hasta pensar.
Si a los Treinta no aprendiste a dejar de inventarte pijamadas para vivir la vida loca, fácilmente podremos deducir que a los Treinta y Dos no has superado el rompimiento con el QB de la prepa y que el amor sigue pateándote el trasero.
Los Dieciseis realmente fueron mala, mala edad para mi. Quisiera haberme ahorrado todo el drama e ir directo al punto de saber que: si arruinaba ese año de la prepa, lo arrastraría para toda la vida y lo traería como una cicatriz de una cirugía de gabinete mal practicada. Que de hecho, sí pude vivir sin "ese hombre" que se esfumó de mi vida sin decir ni siquiera "adiós". Que esa artista del momento en realidad quería sacar lana de mis ingenuos bolsillos y no precisamente acompañar mi atormentada adolescencia con sus letras "realistas y serias".
Que toda esa confusión sin sentido que nubló mi mente bien se podía disipar con unas cuantas gotas de ritalín, de fluoxetina y una hora de terapia a la semana. Y entonces, con suerte podría olvidar que el único consuelo a mi falta de popularidad era llegar a casa del carajo (porque han de recordar que vivía muy lejos) a acariciar a mi gato Toris.
 No se rían, no entiendo a esa gente que dice "si me volviera a suceder, lo repetiría mil veces" porque yo regalo cachos de mi pasado sin miramientos.
Ahora, cuando estoy a punto de doblar tan truculenta edad puedo notar los reflejos condicionados que me dejaron las enseñanzas de dicha época. Y en serio, sigo sin verle la gracia al hecho de haber formado parte de algo llamado "Spice VILLAS girls"... Y yo era Posh Spice, ok?!!
¿Cómo pude pensar que la búsqueda de la popularidad era algo en lo que valía la pena desperdiciar tiempo y lo poco que me quedaba de autoestima? ¿Es que la vida tiene que ser tan cuel como para negárle a una chica de dieciseis años siquiera un trocito de sentido común?
Pero bueno, la gracia de doblar la edad es que ahora puedo reconciliarme con mi adolescente interior  regalarle mimos de vez en vez y jugar un poco con su historia para descubrir lo maravilloso que es tener el doble y cerrar la puerta del cuarto de los trebejos, con una sonrisa en los labios y el aroma a recuerdos aliviados.
Con suerte, a los 64 sonreiré igual al descubrir que: se puede vivir con el remordimiento de haber echado a perder a tu hijo a punta de malcriadez, el amor no era realmente lo que se pensaba a los 16... ni a los 32 y que todavía no ha nacido quien pueda hacerte enteramente feliz más que tú mismo.

Sip, feliz cumpleaños a mi.
¡Yeiii!

lunes, 17 de septiembre de 2012

DEBILIDAD

Y cuando desperté del coma, recordé todo lo que no hube de escribir en ...mshmshmsh... no se cuántos días. Ya saben como son estas cosas cuando el el bulbo raquítico se encuentra en huelga. O mejor dicho, cuando quieres enfrentar las situaciones peliagudas dándoles la vuelta.
En estos días me encuentro dándome de topes porque estoy a dos días de llevarme al Matius de vacaciones a Cancún, en contra de los deseos de su padre, al que no le hace gracia haber pagado la colegiatura de septiembre para que su querube falte una semana. Y tal estira y afloja entre él y yo (yo con los boletos pagados y toda la cosa) ha derivado en una inevitable y estúpída infección en la garganta que me tiene en cama, maldiciéndo a mi mente por ser tan cruel conmigo, por ponerme siempre en estos bretes y provocándo que mi cuerpo sucumba al estrés mediante la enfermedad.
No se si a ustedes les pasa que cuando tienen un evento muy importante (llámese exámen profesional o visita conyugal al reclusorio) su cuerpo les juega una mala pasada mediante dolencias de último minuto, desde el clásico dolor de panza hasta el ataque de pánico con su consabido desmayo.
A mi me pasa desde la prehistoria de mi historia. Siempre, siempre que tengo algo muy importante que hacer, me enfermo.
Le caigo gorda a mi mamá, no puede evitar sentirse decepcionada de mi debilidad corporal y espiritual. No la culpo: imagínensela corriendo a URGENCIAS una noche antes de que su chaparrita se largara de campamento con los Scouts. Eran las cinco de la madrugada y Danita con torniquetes en la nariz, suero e inyecciones de penicilina para que reaccionara. Y a la mañana siguiente, apurándose a empacar el sleeping bag y la mochila -ya les platicaré de ese campamento- para que no sufriera otro trauma por no ir al mentado campamento.
Mi papá tiene otra teoría: dice que me pongo tan nerviosa por los acontecimientos desconocidos y estresantes que me bloqueo y mis defensas bajan. Pues es prácticamente lo mismo, ¿no? También argumenta que cada vez que me deprimo hasta el nivel del subsuelo me enfermo.
Pero ¿quién podría deprimirse ante un prometedor viaje a la playa? Supongo que son los nervios por hacer cosas en contra de la sensatez o por que no es lo mismo andar de arriba para abajo con el Matius en la ciudad a hacerlo en otro lugar que se encuentra a un día de mi casita.
O bueno, quizás no sea el nervio del viaje.
La verdad es que en estas últimas semanas me han pasado cosas bien gachas.
Me han intentado llevar al corralón dos veces. Una por circular en el carril de contraflujo y a lo cual yo argumenté que sólo iba siguiendo a la patrulla porque desconocía el rumbo y la otra por estacionarme en la rampa para personas minusválidas (o con capacidades diferentes, no vaya a ser que la CONAPRED me quiera multar) y eso no fue verdad. La dichosa rampa no tenía señal y estaba re fea, toda cucha y mal hechota.
Por ambos sucesos, me bajaron 350 pesos y sólo los pagué porque ya no llegaba por el Matius. En otras circunstancias, feliz de la vida pago mi multa.
Y bueno, como esas anécdotas tengo miles que han mermado mi ánimo ultimamente, pero como se trata de animarlos a que comiencen con enjundia su semana, obviaré y haré mutis, pa que no digan que los deprimo y luego me largo de vacaciones...
Como finalmente sucederá... je je.