Mis fieles menos cinco lectores de siempre
saben que, durante 18 años que lleva éste blog, el 10 de mayo es una fecha a
eludir. Y mis hijos igual lo saben, no es novedad. Ha habido años en que
simplemente me caen a besos y abrazos y NADIE sale de casa, todos en pijama,
sin festivales, sin marco de sopa, sin el “a ti, mi fiel querubín.”
Y es lo máximo, no solo porque no gastamos a
lo pendejo en trajes y parafernalia que solo harán más abultado el saco de tela
donde viven los cuernitos de diablito, la falda de rockanrol, el disfraz de
abejita del Matius, sino porque para mí eso es felicidad, el tener a los niños
que viven en mi casa justo así: viviendo en mi casa y a mi lado.
BUT… este mundo no se hizo para personas como
nosotros y nos exige sacrificios, cual dios azteca ávido de demostraciones de
fe (y temor) y qué mejor sacrificio que el pinche festival del 10 de mayo.
Puaj.
De antemano, se agradece que haya sido por la
mañana apenas dejando a los niños. Ello no eximió a algunas mamitas a llegar
aventando el carro a los pataratos padres que nos encontrábamos formados sobre
la banqueta (¡cómo se nos ocurre semejante idiotez!) y mentando madres por el
tráfico o ponerse sus mejores garras para tan magno evento donde solo hubo 20
minutos de mariachis, no se nos fuera a acalambrar el gordito del violonchelo con
tanto tan tarán…tan tán.
Platicaba con Don O de que los arriba
mencionados niños que viven en mi casa hubieron a bien no regalarme ni madres,
cero, kaput kapitis, ¡ni el baile del ratón vaquero, vaya! y que ello me tenía
medio sentidilla (sinceramente MUY, pero me hice la macha con Don O), sin embargo,
reconocía que a la vez ello me hablaba de que tienen un concepto muy sano del
10 de mayo.
Ni licuadoras ni sartenes: indicaba que ellos
no me ven como su elfa doméstica.
No peluches o chocolates: no les llegó el
piquete del consumismo propio de ese día.
Cartas: para todo lo que me quieran decir,
tiene la puerta abierta y somos muy verbales todo el tiempo.
Así que, en realidad, mis regalos del 10 de
mayo son exactamente la razón por la cual formo parte del gremio celebrante del
Día de la madre. ¡Y es real! La relación que tengo con mis hijos es maravillosa,
lo cual no está exenta de querernos agarrar a mordidas cada vez que nos hacemos
enfadar (lo cual ocurre todo el tiempo, pos´hombre, dejarían de tener mis
genes).
Y bueno, después de esta terapeada, dejaré por
la paz la idea de los regalos y abrazaré mi realidad: los regalos los dan aquellos
que tuvieron el tino de fecundar al óvulo más fértil.
Solo por eso, ex esposo, te daré las gracias
una vez más. Y no te preocupes, yo soy de otra pasta (no seríamos ex esposos si
no fuera así), por lo que a ti sí te llegarán tus regalos cuando sea tu día…
*Prepara maletas.